| | "Mentes sucias" | |
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Autor | Mensaje |
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Electra pastaa~

Cantidad de envíos : 184 Edad : 42 Localización : En un lugar del mundo donde la paso bastante bien...¿Hogwarts?XD
 | Tema: "Mentes sucias" Vie Sep 25, 2009 11:29 pm | |
| Bueno...creo que inauguro seccion. Este es un fanfic que empecé a escribir hace poco (digamos, una noche de julio con una idea loca...). Y si seré sincera era para hacer nada más que un one-shoot, pero salió una continuación y luego más, y ahora ya estamos en el cuarto capítulo llegando casi al quinto. Espero que les agrade, si no les molesta, los dejo con el 1er capítulo. PD: TENGAN EN CUENTA leer hasta el final por favor, si deseais hacer alguna critica, y si la hicieran se las agradecería de todo corazón. Que va! Los dejo ya... - Spoiler:
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Lamentablemente (para mi) Axis Powers Hetalia y todo lo que ello signifique pertenecen al (genio) Hidekaz Himuraya.
La cálida noche de verano los abrazo y reconfortó. Era una noche ideal, de fines de primavera, por fines de mayo. Los árboles ondeaban suavemente repletos de hojas verdes y brillantes y las flores perfumaban cualquiera de las casas además de llenarlas de colorido.
- Es que no se lo que vallan a pensar los demás, Italia…- se escuchaba por demás desde la casa del alemán. Al parecer Italia había ido a la noche y el silencio acogedor de la misma se transformó en oídos atentos de los países circundantes.
- Pero yo no le veo nada de malo…- cantó el italiano en un tono casi ronroneado. Un silencio perduró en aire.
- Esta bien, esta bien, tu ganas…- contestó el alemán, rendido al fin. Se podía oír su frustración a millas de distancia. Y de hecho, se oía a millas de distancia. – Bueno…solo tómalo así, ponle un poco de esto y frótalo así…-
- ¿Así?…- preguntó Italia. La noche parecía aumentar sus voces a la lejanía y repercutirse entre las montañas y mares que rodeaban la casa alemana.
- No Italia, no…tienes que tomarlo así y luego lo frotas así…- se escuchó y unos pequeños quejidos se escucharon. Aparentemente Alemania había tomado las riendas ahora…
- Ale…Ah…nh…detente me duele alemania…- lloriqueó como solía hacerlo el italiano. A lo lejos, Francis parecía regodearse simplemente con escuchar la situación que estaba pasando.
- Ya lo había dicho…- susurró en un tono meloso y romántico, repasando una rosa roja por sus labios – Cuando l’amour llega, no distingue género…- agregó, riendo para si mismo como si estuviera viendo una película romántica en el cielo estrellado.
- ¡Si no te quedas quieto es obvio que te dolerá más, solo déjame hacerlo! –farfulló en un grito bastante importante. Sonaba molesto, como si cada interrupción fuera intolerable e interrumpiera algo.
- Lo único que le faltaba a mi dolor de cabeza…- dijo frotándose la frente con los dedos, como si fuera el único remedio existente. Tenían miles de días para…hacerlo… ¿por qué hoy?
- ¡Pero alemania! ¡Me duele, y ya está sangrando! – gritó compungido Veneciano, intercalando gemidos y otros ruidos de por medio, mientras parecía forcejear.
- Ahh west, me hiciste perder la apuesta con el pervertido… - Susurro Gilbert guiándose por el sonido que venía desde arriba de su casa. Había pasado a tomar cerveza en la taberna y volvía a la casa con paso cansado y quizá un poco borracho.
- ¡Solo falta un poco más y termino, así lo harás bien la próxima vez! – soltó el alemán con un poco de apuro. El italiano seguía emitiendo quejidos por lo bajo y lloriqueando como solía hacerlo.
- ¡¡AGH!! ¡¡Al menos tendrían que tener la decencia de hacerlo en voz baja!! – gritó furioso el suizo mientras se estiraba sobre la mesa para cubrir los oídos de su hermana.
-En serio, Ale…- un nuevo quejido lo interrumpió – de veras me duele, termina ya- sollozó rendido y poniendo un tono meloso y cansado. El alemán farfulló por lo bajo.
- ¡No puedo leer a Poe y disfrutar un té si hacen esos ruidos…vulgares! – reprochó el ingles sonrojándose un poco y dejando con brusquedad la taza sobre su pequeño platillo.
- Esta bien…ya puedes enjuagarte si quieres…- aseguró la voz del alemán, volviendo a atravesar la negrura de la noche.
- Ehm… - Japón había llegado de su viaje desde su casa e intentaba pensar una opinión ambigua para los ruidos que acababa de oír. – Ah, hem,da una respuesta ambigua,... lo pensaré, no…¡estoy demasiado viejo para esto! – terminó mientras su cara se tornaba de un color rosado sobre su piel.
- Pero…estoy sangrando y me va a arder…- sollozó el italiano. Se escuchó un suspiro y un quejido del alemán, bastante frustrados.
- ¡Macho patatas! ¡Más le vale que no le hallas tocado un pelo! – gritó el mayor de los italianos, colorado como un tomate, mientras Antonio reía de las caras e insultos que largaba el sureño.
- No querrás quedarte pegajoso y chorreando como estas, ¿no? – la voz del alemán sonó cansada, como si quisiera terminar con eso e irse a dormir de una vez por todas.
- ¿Hacía falta incluir tantos detalles? – protestó asqueado el austríaco frotando con más fuerza su mente mientras la húngara parecía disfrutar con una sonrisa lasciva todo lo que escuchaba.
Finalmente pareció que los ruidos terminaron por calmarse y nada más se escuchó esa noche. Lo que pareció un secreto se expandió por los países europeos como el aire primaveral y la brisa veraniega que los invadía.
...
Y para el alemán era un poco ridículo tener que admitir que el italiano no sabía cepillar sus dientes.
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- ¡¡Oye Nii san!!- gritó el italiano al día siguiente al encontrarse con Romano en su casa. - ¿Quieres ver cuan blancos quedaron mis dientes? -
-¡Eres un asqueroso! Alejate de mi, pervertido! - dijo sonrojándose e al tiempo que se imaginaba la situación de la noche anterior.
Y como siempre, Veneciano no entendió nada.
Gracias por haber leido! Y gracias a los que se tomen 5 minutillos para dejar un comentario.  Edit: Cambié algunas cosas que al releerlo me di cuenta que estaban mal. Perdon!  |
|  | | black_cherry Vodka

Cantidad de envíos : 75 Edad : 30 Localización : en el uke no oficial que seguro es México
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 12:44 am | |
| - Spoiler:
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dioooos ... tengo una mente sucia, sabía que habría doble sentido (por el título), pero aun así solo podía pensar en eso
Esto... pues que puedo decir, me gusto mucho la historia y creo que estuvo bastante IC y eso es algo que aprecio ^^ Quiero leer la continuación  |
|  | | Kori_no_Sakura pastaa~

Cantidad de envíos : 306 Edad : 26 Localización : En mi mundo lleno de criaturas mágicas XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 1:01 am | |
| maldita sea! yo queria ser la primera en leerlo!XD está buenísimo, me ha gustado mucho! fue divertido imaginarme que otra cosa no-pervertida podian estar haciendo (eso era obvio, puesto el título^^) y aunque soy buena para hayar las versiones aptas para austriacos, no pude XD |
|  | | RyuiChi Gran salmiakki

Cantidad de envíos : 220 Edad : 28 Localización : por ahi...
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 2:17 am | |
| O - M - G!!!! MI MENTE DIVAGO DEMASIADO!!! parece una prueba para ver que tan sucias tenemos nuestras mentes!! XDDDD esta genial! muchas gracias por subirlo owo |
|  | | Aeryn pastaa~

Cantidad de envíos : 186 Edad : 33 Localización : En Londres
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 4:57 am | |
| Increible el fic, me ha encantado y encima es imposible no mal interpretarlo xD
Aunque la verdad había leido tu fic en fanfiction, pero pensaba que era un oneshot y por lo que se ve no es así. Aunque mejor así si hay continuación >.< porque la esperare con ansias >O< |
|  | | Electra pastaa~

Cantidad de envíos : 184 Edad : 42 Localización : En un lugar del mundo donde la paso bastante bien...¿Hogwarts?XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 11:00 am | |
| Bueno! Parece que ha gustado aunque sea un poquito... A partir de ahora tal vez se ponga un tanto repetitivo, pero cambiará a partir del capítulo 4, lo juro *alza las manos como si estuviera amenazada* No me peguen!! Deee todas maneras y sin más preámbulo les dejo aquí el segundo capítulo ^^ Capítulo Nº 2: Usando las manos (el primero se llama Voces Europeas) - Spoiler:
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-¡¡Ludwing!! ¡¡Necesito que lo hagas!! ¡¡Ya no puedo más!! – gritó veneciano con un ronroneo. El suspiro de Ludwing se escuchó millas y millas a la lejanía.
La noche cálida se había transformado ahora en un susurrar de aves y pajarillos que ya daban sus primeros pasos fuera del nido y caían haciendo pequeños tumbos y piruetas. La reunión de ese día los había dejado completamente exhaustos (o tal vez solo a Alemania, porque Feliciano pasó la mayor parte hablando de pasta, comiendo pasta, soñando con pasta e incluso hablando con ella…)Y para peor, la gente se había comportado de forma extraña con ellos dos: cuchicheaban y reían como si les hubieran contado un secreto, los miraban de reojo, se ruborizaban y evitaban contactar su mirada o bien pasaban y les dirigían miradas de asco.
- Feliciano, no se si esto sea bien visto por los demás…tu sabes, es un poco extraño…- contestó el rubio exasperado. Las peticiones de Feliciano no solo eran tontas, si no completamente inoportunas. Haber tomado el avión con el desde Berlín hasta Londres había sido una pesadilla: coqueteaba con las azafatas (como si no lo tuviera a él, claro), les pedía sus números de teléfono e incluso citas, y por su puesto, se quejo cuando le sirvieron camarones para el almuerzo.
- ¡Bienvenidos! – dijo el inglés cuando todos los países bajaron de sus aviones y estuvieron parados ante el anfitrión. Kirland miró de reojo a los dos y Ludwing pudo ver como un escalofrío y una mirada lasciva se cruzaban por sus ojos al igual que en mucho de los presentes que dieron un disimulado paso, alejándose de ellos. ¿Qué demonios significaba eso?
Sin contar la pesada e inútil reunión de siempre, interrumpidas por el inglés, el norteamericano y el francés, las continuas torturas de Rusia, los retos de China, las miradas espeluznantes de todos, los cuchicheos, las risas bajas, la pésima comida que no tardo en darle retorcijones, Feliciano diciendo incoherencias a su lado, el terrible dolor de cabeza, y el poco orden de la reunión, el día no estuvo tan mal. ¿Acaso contaba como consuelo?
- ¡¡Anda, hazlo!! – gritó con desesperación sacándolo de sus ensoñaciones. Ludwing largó el aire retenido con un suspiro y rogó que nadie estuviera lo suficientemente libre como para oír los gritos del italiano.
Y entonces se decidió a comenzar. Lentamente el italiano se sacó la camisa y dejó que el alemán hiciera lo suyo con sus robustas manos y el se encargara del resto.
-Ay…Alemania…no…espera…- susurraba con total placer. Ludwing no pudo evitar bufar en silencio mientras hacía lo que era debido en el cuerpo del italiano. Y no sabía como realmente había llegado allí, como era que no podía negarse al joven despreocupado que ahora tenía a su completa disposición…
- Hazlo mas abajo…es que…es ahí donde… ¡AH! – gimió una vez más. El cuerpo sudado de Feliciano mezclando el calor de la fricción y el del cálido día lo hacían ver terso y suave, como un pequeño muñequito a sus órdenes
- ¡¡Justo allí!!...¡Ay No tan fuerte que duele,Doitsu! – seguía replicándose el italiano con esa voz melodiosa con la que solía cantar las irritantes canciones. El alemán sacudió la cabeza sin darse cuenta, que sea por el calor o por otra cosa estaba completamente ruborizado, sin entender por que, Veneciano siempre le había pedido cosas como éstas.
- Creo…que ya está…¡¡por salir!!- entonces se escuchó un pequeño sonido, como un crack y un suspiro del italiano que se quedó dormido inmediatamente. Ludwing simplemente salió de la habitación con cuidado de no despertarlo (cosa que era tarea imposible de todos modos, después de eso dormiría hasta tarde). Le encantaba tomarse una cerveza bien fría luego de todo ese alboroto. Y su cuerpo sudado por el calor lo necesitaba aún más.
- ¡Eh west! Parece que te estuviste divirtiendo…¡No crees que todos los días puede ser un poco mucho para el chico? De todas maneras sabía que aún te quedaba de esa madera en tu cuerpo. Bueno no me importa, ahora debo irme. Me has incentivado para…tener una larga charla…con alguien…- dijo sonriendo en menos de lo que canta un gallo y sin darle tiempo a que el alemán terminara de entdner la primer apregunta para poder contestarla.
- Oye…¡L’amour llega, pero ten más cuidado, mon ami, el cuerpo de Italia es frágil, sabes?- Alemania tragó saliva ¿Qué demonios le estaba pasando al francés depravado?. Bueno…era francés…y depravado, no podía esperar menos de él… Decidió ignorarlo cuando corrió tras España y le dio una palmada en el trasero, y ambos corrieron cuando Gilbert les indicó que algo estaba pasando en otro lugar.
- Una cerveza helada...- pidió al cantinero con un notorio mal humor. Tal vez no era bueno con el dolor de cabeza que tenía, pero quería relajarse y esa era la única manera de hacerlo correctamente que el tenía, además de entrenar.
- Nada mejor después de eso…- opinó el cantinero antes de servirle la cerveza. Ludwing miró con descontento al cantinero, se tomó la cerveza de unos pocos tragos (vamos, la costumbre…) y se retiró a acostarse. No quería encontrarse con ningún otro país, pero le fue inevitable pasar junto al ruso y el lituano, que lo miraron divertido y asustado respectivamente.
Y lo más raro de la noche fue el cartel clavado en la puerta:
“Por favor se ruega intentar hacer ese “tipo” de “cosas” con mayor cautela y precaución para evitar molestar a otros huéspedes del edificio. Se les ruega comportarse cordialmente. Que pasen buena noche, Arthur Kirkland”
No entendía, aún luego de meditarlo una hora mientras estuvo acotado, que tenía de raro darle un masaje al pequeño italiano
Si lo se no me maten! Este me ha quedado OOC porque Lud lo debería saber! Pues bueno, el capítulo tres tendrá mas personajes y el cuarto...pues ya verán el cuarto. Gracias de nuevo a todos sus comentarios =3 y agradezco las sugerencias *se marcha a terminar de escribir el quinto capítulo) |
|  | | RyuiChi Gran salmiakki

Cantidad de envíos : 220 Edad : 28 Localización : por ahi...
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 11:52 am | |
| >////< WOW!!! *corre a abrazarla, pero se tropieza con una banana y cae de boca al piso* gracias!!!! esperare con ansias las otras partes dios XD no paro de reir con lo del francés depravado!! |
|  | | Aeryn pastaa~

Cantidad de envíos : 186 Edad : 33 Localización : En Londres
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 4:08 pm | |
| Este segundo capitulo es genial xD
Entre lo del frances depravado y la notita de Arthur XD que risas XD
Aunque tambien Lud es un poco corto para este tipo de cosas, porque no pillar las segundas XD Pero tambien es culpa de Feliciano por ser tan exagerado con ese tipo de cosas xD
Tengo ganas de saber que pasara en el proximo capitulo >.<
No te ha quedado tan OOC, así que no te preocupes tanto ^^ |
|  | | DarkShinku Tomate verde

Cantidad de envíos : 27 Edad : 24 Localización : Sholandia
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 4:10 pm | |
| wooo!! *O* ya lo habia leido por fanfiction.net me encanto XDDDDD |
|  | | black_cherry Vodka

Cantidad de envíos : 75 Edad : 30 Localización : en el uke no oficial que seguro es México
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 4:23 pm | |
| pobre Doitsu, todos tienen (tenemos xD) una mente sucia y malinterpretamos su inocente conducta ¿esta publicado en FF.net? o.O ¿cómo es posible que no lo haya visto antes? |
|  | | Electra pastaa~

Cantidad de envíos : 184 Edad : 42 Localización : En un lugar del mundo donde la paso bastante bien...¿Hogwarts?XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 7:21 pm | |
| Gracias por sus comentarios! Me hacen feliz. Me acabo de enterar que me lo recomendaron en otro foro y aun no lo creo Que va, ya los dejo con el tercer capitulo, este es el ultimo de los sosos y aburridos, el cuarto incluye mas accion y el quinto (siii, ya casi terminado) biene bastante cargadito xD - Spoiler:
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Pues las insistencias de Italia se volvían cada vez más idiotas. Y no sabía como ni cuando llegaba a asentir a admitir las tonterías del italiano, que más allá de ser “tiernas” (debió buscarlo en algún diccionario) eran un poco frustrantes.
- ¿No puedes encargarte tu solo de hacerlo? – contestó en un bramido. Estaba preparado, sabía que tarde o temprano la pregunta italiana no faltaría, estaría allí presente para sacarlo de sus ensoñaciones de lectura.
- ¡Pero Ludwiing, sabes que me gusta hacerlo contigo! ¡Hacerlo solo es aburrido y no tiene el mismo resultado! ¡Tu sabes que tus manos son excelentes para eso! – Los continuos quejidos del italiano lo irritaban más que nada, y sabía que era ayudarlo y perder tiempo en hacer eso que tener que soportarlo pidiéndoselo una y otra vez. Y calculó, que cuando más rápido terminara, más rápido podría volver a su libro.
- Esta bien…- respondió luego de un largo meditar. Feliciano largó un prolongado suspiro de placer y se limitó a caminar delante del alemán, seguro y despreocupado de que éste lo siguiera.
El alemán por su parte, tenía planeado escapar y esconderse, inventar cualquier excusa (que a pesar de ser difíciles para él no era nada difícil que el italiano se las creyera), o bien alegar haber perdido algo en el camino. Pero vamos, el camino era corto, y para él, un alemán honroso y de palabra le era difícil incumplir con su promesa. Se limitó a estirarse su rubio cabello hacia atrás y suspirar.
- Bueno…comencemos…- dijo el italiano tirando de la camisa del rubio, que abrió los ojos de par en par. Nunca creyó que “eso” llevara al italiano a ser tan imprudente o a manejarlo con tanta fuerza. Al parecer su admiración o su gusto era el suficiente para lograrlo. Y si “eso” lo incluía él…quizá…
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- ¡¡Pero ya sabes que así no Ludwing!!- lloró el italiano. Y esa era la parte que no le gustaba. Lo hacía con entusiasmo, desviando su molesta impaciencia y ansiedad a un lado y tomándolo con riendas sencillas pero firmes. Era algo que a él le gustaba hacer bien, disfrutar tanto el antes, el ahora y el después y no permitía que nada saliera mal.
- No es muy educado que alguien espíe a la gente de esa manera, ¿sabes? – Le espetó Elizaveta al de ojos rojos. Gilbert se dio vuelta en el acto y escudriñó a la castaña, que, cámara en mano y éstas en la cintura, miraba reprobando al pruso, y haciendo golpetear su pie contra el suelo.
- Oye, tú no… - pero se detuvo. ¿Cámara en mano? Y ahora que lo notaba, ¿grabador en la otra? Sonrió de una manera casi macabra y espetó con la mirada a la castaña que empezaba a tomar una tonalidad rojiza que, junto a su falda verde, la estaba haciendo parecer un pequeño muérdago. – ¿Y entonces tu que estás haciendo aquí con esos equipos?-
- ¡No lo hagas con tanta fuerza! ¡No será lo mismo! – volvió a lloriquear. Absolutamente eso lo irritaba. S i al menos pusiera el mismo empeño en el entrenamiento o en concentrarse, o en hacer cualquier cosa menos eso entonces…
La castaña tragó saliva y comenzó a sudar mientras el albino se relamía con la victoria.
- No sabía que eras tan pervertida – dijo como denigrándola. Pero luego cambió su forma de mirar, a una con el ceño fruncido y una sonrisa de gusto quizás que le adornó el rostro de una manera imprevista. – Me agrada, niña. – largó el albino que se dedicó a seguir escuchando la conversación. Elizaveta estaba completamente roja, espetando con sus ojos al pruso y mirarlo bastante molesta.
El alemán suspiro con resentimiento. Y esperaba que nada fuera demasiado extraño para otros países que le causara problemas. Ya no sabia que ni como era que los demás se enteraban de eso, ni que era lo que les resultaba extraño, pero quería evitarlo, fuera lo que fuera, a toda costa.
¿Pero que importaba el de ojos rojos ahora? ¡Se estaba perdiendo de grabar la conversación del mileno (la cual no duraría mucho más, suponía) por algo que había dicho el albino! Se agachó entonces junto a Gilbert y encendió su grabadora, guardando cautela. Prusia se limitó a sonreír lascivo y dirigirle una mirada que variaba entra aprobación y flirteo y que Elizaveta intentó evitar a toda costa.
- ¡Aprovecha tus músculos Ludwing! Tienes que darle de esta manera!- chilló casi en un gemido. El alemán, obediente, corrigió su forma de hacerlo pero pronto se detuvo. ¿Desde cuando Italia, el pequeño y tierno Italia le daba consejos sobre eso? No era que el fuera todo un experto, pero de todas maneras le incomodaba un tanto.
- Ve~~ Ludwing, ¿te sientes bien? – Suspiró el italiano - ¿Por qué te detienes? ¿Acaso no te gusta hacerlo? – preguntó en un suspiro entre melancólico y preocupado. Ludwing sacudió su rubia cabeza y contestó con un movimiento de la misma. – Si…si quieres pode…podemos dejarlo…- agregó a pesar de la negativa – No…no quiero hacerte sentir incómodo con esto –
- Vale oro, ¿verdad? – le susurró Gilbert al oído. Hungría miró a otro lado, reprochándose no haber llevado la sartén consigo para golpear al que tenía al lado. Pero a su vez tenía razón y no podía evadirlo, ya era demasiado tarde. De todas maneras, lo prefería a él descubriéndola que a cualquier otro. Un sartenazo bastaría para acomodarlo en sus cabales y dejarle bien claro lo que debía guardar y lo que debía decir.
- No…no es nada…te-terminemos de una vez con esto, ¿quieres? – le preguntó el alemán confundido, sacudiendo su melena. Italia soltó otro suspiro mientras continuaban a la par y cumplían con sus tareas. Nada más, nada menos.
Los verdes ojos de Elizaveta, se cruzaron con los de Gilbert, que inspiraban un aire caluroso y hasta ciertamente tétrico.
- ¿Es que esto no te inspira a nada? – le preguntó con indiferencia a pesar de que sus ojos le decían lo contrario. La húngara se limitó a girar sus ojos, sonrojándose aún más y haciéndole un gesto para que aguardara silencio.
- Ellos…están…a punto…de…- susurró Elizaveta mientras la sonrisa que le había arrancado Gilbert y cambiado por una de frustración retornaba a su rostro, ensanchándose de oreja a oreja.
- Ve~~ Ludwing, creo que esto ya esta…a punto de…ahh… terminó el italiano con impaciencia mientras que el rubio se limitó a emitir un leve suspiro de agrado. Era reconfortante haberse desecho del pedido del italiano, y quizás con eso no lo molestaría, por al menos, unos 10 o 15 minutos.
Y entonces detuvo el grabador. Se oían pasos presurosos y no tenían en donde escapar. Gilbert y ella compartieron una atemorizada mirada y el albino, entonces, tironeó del brazo a la castaña hasta encerrarse en un cuarto oscuro y pequeño en el que apenas podían entrar. Elizaveta vio el reflejo de los ojos del albino, lanzó un suspiro y esperó con determinada paciencia de que acabara pronto, ya que no había mucho espacio personal…
- ¡Te dije que sería agradable, Doitsu! – exclamó siguiéndolo cuando cruzó la puerta, abrochándose el último botón de la camisa, al verlo con esa sonrisa de punta a punta al imaginar la satisfacción que le provocaría estar con su amado libro nuevamente. Y tal vez le propinaba cierta satisfacción vengarse de Inglaterra por los problemas causados antes…
- Al fin desaparecieron las voces – susurró Elizaveta con un dejo de felicidad. El armario de las escobas, o eso era lo que parecía, olía a desinfectante, estaba abarrotado de cosas y no dejaba mucho espacio para el libre movimiento. – Abre la puerta ya Gilbert- Y percibió entonces un tinte azulado en su rostro. -¿Gi…Gilbert?-
-C…creo que estamos encerrados…- musitó el otro mientras dirigía una mirada de temor a la húngara y agradeció al viejo Fritz que la castaña no hubiera llevado la sartén consigo.
- ¡AYUDAAAAAAAAAAAAAAAAAA! -
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
La voz se había corrido por la casa. Y no podía detenerse, quería ver las pruebas frescas, con el…olor que aún pudiera quedar. Bueno, no quedaría mucho con la ventilación, pero aún así corrió escaleras abajo tironeando de Antonio, que se limitaba a seguirlo con una sonrisa tierna y hasta quizá un tanto boba.
-Aún no entiendo que es lo que te molesta, Lovi~ - inquirió el español tranquilo mientras trotaba detrás del austral de las italias. Lovino aminoró la marcha y le dirigió una mirada asesina al moreno, que tragó saliva y endureció su estómago esperando un cabezazo. Pero no, su amado Lovi tenía mejores cosas que hacer y que asegurarse que andar pegándole cabezazos al idiota ojiverde.
Ya llegaban. Unos metros más para la escena del crimen, y estaría allí, estarían frente a frente con los rastros. El italiano infló sus mejillas y se detuvo al llegar. La noticia le había llegado por boca del español, a quien se lo dijo Francis, a quien…vio a Gilbert. Y si bien no creía en esas bobadas del teléfono descompuesto, si quería saber porqué – demonios – había corrido ese rumor.
Pero era cierto, sus ojos no daban crédito a la escena que estaban viendo. Allí, estupefacto, estaba la mesada cubierto de rojo, agua derramada y una sustancia pegajosa y blanca había quedado sobre la mesa. Antonio río entre divertido y lascivo mientras Romano le dirigía miradas asesinas y reprobantes. ¿Acababan de torturar a su propio hermano y el se estaba riendo de eso? Además, reprobó las actitudes sadomasoquistas de la patata andante, no solo quería hacer sufrir a su pobre hermano (y causarle infartos a él y a su pobre orgullo), si no que también quería provocar una indigestión general de todo el que comiera esa comida (porque nada bueno podría venir de un alemán, por supuesto).
Antonio había retrocedido unos pasos. Ruidos molestos parecían venir desde el closet cercano a la cocina y giró el picaporte, curioso como un pequeño gatito (y no pudo evitar la imagen mental de Heracles). Incómodos, pero con cara de complacidos, estaban pegados, así como habían entrado, y uno a unos pocos centímetros de la cara de la otra. Y ya destrabados, Gilbert terminó brusco lo que había empezado, posando sus labios sobre los de la húngara y huyendo del lugar poniendo a Antonio (que pestañaba intentando asimilar todo lo que acababa de pasar) de barrera.
La húngara salió tras él, y Antonio se sorprendió cuando vio al albino aparecer otra vez y acercarse a su lado. La sola mirada del ojiverde hizo que Gilbert entendiera que requería una explicación a lo que levantó los hombros y sonrió como estúpido. Ambos entraron a la cocina, donde Lovino, aún traumado, observaba cada uno de los detalles.
- ¡Eh! ¡Parece que west a tenido una de esas noches otra vez! ¡Y en pleno mediodía! – aclamó el oriental mientras reía a gusto. Antonio acompañó al pruso mientras, que Lovino inflaba de esa manera tan tierna (o según eso opina Antonio) sus mejillas y los miraba con reproche.
- Lo único que faltaba era que se agregara otro alemán a la fiesta. Tú y los de tu calania no traen nada bueno. ¡Tu figlio di putana! – Insultó al de ojos rojos cuando vio que solo les causaba más risa. Irritado, salió a su grito típico, no sin antes propinarle un gran cabezazo al español por tener esa clase de amigos (como si no lo tuviera a él, por su puesto). Francis se limitó a aparecer y reírse junto a ellos de lo recién sucedido.
Luego de varios minutos, en que Antonio fue capaz de recuperar gran parte del aire (y de su estómago, al menos), Arthur apareció seguido del Americano, que comía una hamburguesa despreocupado mientras que el otro, viendo el barullo armado por los otros, se asomó a ver que era lo que había pasado y el motivo de tanto descontrol y no pudo evitar lanzar un grito de terror.
Y el alemán recordó que no habían limpiado el desastre que habían armado. Pero que importaba, ya se encargarían de limpiarlo. Después de todo era natural...
Se limitó a observarlo tras el manto de su flequillo mientras disfrutaba del aire veraniego de uno de los escasos días lindos de Inglaterra.
Si…tenía que ser natural para él.
…
Porque cada vez que lo hacía, el italiano le obligaba a rallar queso para su pasta.
Por favor no me peguen! A ver que sale de esto ^^. Mil gracias a sus comentarios, me halagan mucho =3  |
|  | | Hotaru Sashimi

Cantidad de envíos : 130 Edad : 22 Localización : Mi mundo de fantasias yaoi
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 7:41 pm | |
| Yo ya me estaba pensando que hicieron otra cosa(Youko:Tu eres una mal pensada-_-)Vale mi conciencia me insulta muy a menudo,pero parece otra cosa,por eso el titulo ^^ XD |
|  | | MarcoMaxwell Wrust

Cantidad de envíos : 141 Edad : 33 Localización : En un puerto Italiano al pie de las montañas, vive nuestro amigo Marco, en una humilde morada...
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Sep 26, 2009 11:06 pm | |
| LOL!!!!!!!! Jajajajajaja, ¿tuve un dejà vú? ¡¡NO!! Hace poco menos de una semana, leí este fanfic en FF.net... Me morí de risa, ¡está MUY BUENO! Te felicito XD. |
|  | | Aeryn pastaa~

Cantidad de envíos : 186 Edad : 33 Localización : En Londres
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Sep 27, 2009 5:43 am | |
| Este capitulo ha sido muy bueno xD Rallar queso XD eso si que ha sido toda una sorpresa XD La parte en la que Gil y Eli se quedan encerrados me ha gustado mucho >.< |
|  | | Electra pastaa~

Cantidad de envíos : 184 Edad : 42 Localización : En un lugar del mundo donde la paso bastante bien...¿Hogwarts?XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Sep 27, 2009 11:25 am | |
| Muchas Gracias ^///^. Oh, por cierto, cuando llegue a poner aqui el capítulo cinco, me tardaré más en publicar (aproximadamente, todos los fines de sema,a puedo decir). Que va, no que fuera tan importante XD. Los dejo aqui con el cuarto capítulo!: Oidos del norte! (ya me olvide el nombre del anterior XD, se llama "De espías y Romances" - Spoiler:
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- ¿No crees que esto es una exageración? – preguntó Tino tímidamente, y medio encogido detrás del sueco. El de ojos azules atisbó a su delicado “mujer” y curvó sus labios, sin saber si era una sonrisa o una mueca irreconocible.
- Te digo que no, Fin – se acercó el danés con paso suelto y quizá un tanto vulgar, pero Berwald se encargó de que no acortase más las distancias. – Yo se lo que ellos están haciendo – contestó, mirando lascivo y el sueco se limitó a alzar una ceja.
- Aún si fuera así…no sería muy educado espiarlos, ¿sabes? – contestó Tino, refugiado en la espalda del de ojos celestes. – Sería…muy descortés…- sonrió un tanto exasperado.
Últimamente, Dinamarca tenía las ideas fijas sobre los sonidos (que él también escuchaba) y solo quiso, bueno, asegurarse de que sus ideas eran correctas.
-T’no t’ene r’zn – masculló el sueco, enviándole una mirada de confianza que Tino agradeció con una sonrisa. Sus ojos violetas brillaron un poco y los volvió a concentrar en el danés.
- ¡Eso es porque ustedes no son vecinos de ese depravado! – replicó entonces. Berwald alzó una ceja y Tino hizo una mueca de disconformidad. ¿Cómo podía hablar él, campeón de perversiones y dominaciones sobre lo que es ser depravado? Ambos gestos le respondieron a Dinamarca con la suficiente literalidad como para que el danés respondiera a ellos. – ¡Esto no tiene nada que ver conmigo! – se defendió dando un paso hacia atrás. Berwald entonces, alzó ambas cejas y Tino echó, curvando sus labios delgados, una tímida sonrisa.
- Déjanos pensarlo, ¿si? – respondió el finlandés, sosteniendo su boina que por poco caía al piso. Berwald miró ahora al pequeño nórdico a su lado con sorpresa pero sin emitir ningún sonido de protesta. Por su parte el danés guiñó un ojo conforme y se limitó a desaparecer por los pasillos ingleses.
Pasaron unos minutos de calmada marcha por los pasillos, en los que ninguno de los dos emitió una palabra, hasta que el sueco, por alguna extraña razón decidió abrir la boca.
- ¿Q’e ti’ns p’nsdo h’cr? – preguntó, más bien, soltó con el aire que parecía venir reteniendo hace rato. Tino lo escrutó por un instante, pensó la respuesta mirando al piso y luego la alzó nuevamente para mirar al de anteojos, que esperaba callado la respuesta.
- Noruega me dijo (o más bien me contó en frases muy –MUY- separadas) que últimamente Dinamarca estaba un tanto molesto…- Suecia se ahorró unas cuantas palabras y dejo que Tino terminara la frase – Y pensé que esto podría ser una gran opción para dejar a Norgue un poco de tiempo en…silencio…-
Suecia se calló unos momentos y prosiguió caminando. Sabía que Tino lo estaba mirando en busca de una respuesta así que intentó pensar en algo que no incluyera romperle la cabeza a Den.
- ¿N’cstas ‘yda? – preguntó seco y Tino le sonrió conforme, negando con la cabeza y cerrando sus ojos un momento.
- Den no va a aceptar tu ayuda…además probablemente llevará a Norgue, así que quiero que te encargues de llevar a Noruega a donde no lo pueda molestar.- contestó luego de unos segundos. El aire a té inglés inundaba los pasillos y proclamaban que eran cerca de las cinco de la tarde.
- … - el sueco le miró desconfiado antes de posar su vista en el pasillo de enfrente, que doblaba en forma simétrica antes de dar a la escalera de mármol precedente al hall. Y cuando volvió a fijarla en el pequeño nórdico que lo acompañaba, vio que le ofrecía desde una cajita pequeña, ese regaliz salado que a él le gustaba.
- ¿Quieres? – preguntó con sonrisita inocente y Suecia no pudo evitar curvar apenas sus labios y tomar dos de la caja. Después de todo, Tino sabría como manejar las cosas.
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- Te digo que no Alfred, ya deja de molestar…- gruñó el inglés, desatándose el delantal con un aire resignado. Suspiró mientras colgaba el guardapolvo, intentando aislar su cabeza de las tonterías que decía el americano.
- ¡Pero Arthur! ¡Te digo que las hamburguesas mejorarían por mucho la condición de tu horrendo te! ¡Piénsalo! – Balbuceó mientras tragaba un gran trozo de la que tenía en la mano – Infugsiófn dge hgambutrguresa –
- Por favor, hazlo sin comida en la boca –replicó, intentando contener los insultos y ayudando a sus mucamas con una bandeja. – Y olvídalo, porque jamás intentaré hacer esa clase de asquerosidades –
- Estoy seguro de que no lo haces porque sabes que no puedes…o porque sabes que saldría horrible, como el resto de tus comidas – dijo cuando hubo tragado el trozo de hamburguesa. Arthur se había encogido de hombros y una violenta sacudida recorrió su cuerpo – ¡Eres una gallina! – agregó en aire triunfal, batiendo sus brazos para imitarlas.
Arthur golpeó la bandeja contra la mesada, sobre la cual se desparramaron dos scones y algunos chorritos de té. Alfred retrocedió dos pasos, con la boca un tanto abierta de la sorpresa y mirándolo sin ninguna expresión.
- Nunca…insultes…mi comida…- contestó Arthur, mirando hacia el suelo. Un aura oscura lo invadía, pero aún así Alfred, ya sea por despistado o por “valentía” siguió adelante con la jugarreta.
- Vamos Iggy… ¿hasta cuanto vas a esperar para admitirlo? – contestó, dándole palmeaditas en el hombro con satisfacción y sonriéndole de manera acogedora. Las bandejas que había que llevar aún reposaban tranquilas, y las teteras echaban vapor apaciblemente.
- ¡Ahora si te mato! – dijo, arrojándosele encima y golpeándolo contra la mesada. Pero Arthur parecía estar maldito por algún duende mágico, porque Alfred golpeó una de las teteras y derramó el té hirviendo, sobre sus brazos desnudos.
- ¡Alfreeeeeeeeeeeeeeeeeed! – gimió en un grito que se esparció por toda la casa, a la vez que su enrojecida piel se tornaba cada vez más colorada.
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- ¡Uh! Parece que l’amour está llegando para muchos en ésta casa…- suspiró Francis. – Nunca pensé que la casa de Anglaterre produjera este amour…- agregó, mientras que Gilbert, sentado en su mesa, le miraba divertido y Antonio lo obviaba, mirando el mantel de forma taciturna.
- Oye, tomate…- llamó Gilbert al español, haciendo caso omiso de las ideas de Francis. Lo sacudió un poco y el español volteó la cabeza taciturno. - ¿Qué te pasa? – preguntó.
- Es Lovi… desde que estuve el otro día contigo no me deja si quiera entrar a nuestra habitación…- contestó y el de ojos rojos alzó una ceja confundido. – Ya sabes como es él con los alemanes, ni se que te sorprende…- dijo contestándole con la mirada.
- Sabes Antonio, a veces eres un idiota…- susurró el pruso con una sonrisa malévola. – En esas situaciones no tienes más que entrar a la fuerza y conquistarlo por tu cuenta, ¿sabes?. –
- Esas cosas no funcionan con Lovino…- contestó el español resignado. – Además, no podría hacerle eso, porque el terminaría pegándome el cabezazo primero…sabes que soy demasiado blando…- gritó fingiendo una tímida sonrisa. - ¿Y si lo atacara con un tomate gigante? –
- Esa no es la solución, mon dieu, solo generarás mas odio…- contestó el francés, antes de dejar que la mucama sirviese las tres tazas, la tetera y los postres que ofrecía Arthur en su merienda – Debes enamorarlo de nuevo –
- Por dios, tu amor de francés es un tanto idiota…- aseguró Gilbert y Francis le dirigió una mirada de reproche. – ¡Apoyo la moción del tomate gigante! – contestó tomando un scone de los que había en la bandeja y llevándoselo a la boca.
- Yo no comería eso…- contestó Francis y Gilbert lo miró dubitativo – Nunca sabes que efecto colateral puede producir la comida inglesa – le susurró mientras tomaba un sorbo de su té.
- No…Francis tiene razón – dijo el de ojos esmeralda obviando el comentario sobre la comida inglesa – la mejor opción sería intentar hacer algo por ese lado… ¿pero cómo? ¡Ni siquiera puedo entrar a la habitación! –
- Pues componle una serenata, mon ami, algo que puedes mostrárselo a través de las paredes – le contestó y Gilbert comenzó a reírse mientras la boca de los otros dos se torcía en una mueca de desagrado.
- ¡Pero apenas se tocar la guitarra! ¿Qué canción podría tocar? – dijo y Francis, obviando la risa de Gilbert, pensó durante unos segundos.
- Acabo de tener una idea… Hay un…pianista entre nosotros… - aseguró el francés y los tres dirigieron una mirada a la mesa que ocupaban Roderich, Elizaveta, Ludwing y Feliciano.
- ¡No se preocupen! – Exclamaron los tres al mismo tiempo - ¡Yo lo convenzo! – y los tres cambiaron de tema mientras terminaban la merienda.
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- ¡Ven! ¡Mira! ¡¿No los ves?! ¡Están tomando el té juntos! – exclamó el dinamarqués mirando al noruego, que suplicaba para sus adentros que lo dejara en paz para poder seguir su vida de silencio sin su presencia.
- No significa nada – contestó. Dinamarca estaba acostumbrado a esas respuestas cortas y sencillas que hacía el noruego, pero a pesar del desinterés del más bajo nunca dejaría que el noruego no le creyera.
- ¡Pero mírale la cara al italiano! ¡Le sonríe todo el tiempo! ¡¿No es raro?! ¿A ti que te parece? ¿Me vas a seguir diciendo que no es así? ¡Te juro que yo los escuche! – el noruego frunció el ceño y posó las yemas de los dedos sobre su fría frente. El danés le provocaba inmensos dolores de cabeza cuando quería, e intentó contestar las preguntas en orden.
- No, no lo es – primera respuesta - No me parece nada – segunda – Si, lo haré - tercera – No me interesa – cuarta. Si algo que apreciaba noruega más que el silencio, eran las respuestas concisas. Para nada le gustaba andar dando explicaciones por cualquier lugar.
- ¡¡Pero Norgue, tu…!! – quiso continuar el danés pero un gemido lo interrumpió, escaleras arriba.
- A… Al… Alfr… ¡Alfred! ¡T-te digo que no! ¡Quítate de encima, idiota! – gimió el inglés y el danés miró al noruego con un dejo que mezclaba una sorpresa inmensa y una superioridad muy común en el rubio.
-¡Dinamarca!- escuchó que Tino venía bastante agitado, corriendo incansable hasta llegar a ellos. Se dobló sobre sus rodillas unos momentos para recuperar aire y luego se incorporó. - ¡Su-san quiere hablar con Noruega ahora, me ha pedido que te ayude en lo que quieras mientras tanto! – dijo y el Noruego no puedo ocultar una sonrisa de oreja a oreja. La comunicación con Su-san era tan fluida como la que Nor deseaba y las meriendas que había pasado con él habían resultado ser bastante agradables.
- ¿Estás seguro de querer hacer esto? – preguntó el noruego antes de retirarse, al oído del finlandés que al fin había logrado recuperar la totalidad de su aire. El cuestionado miró a Dinamarca unos segundos, suspiró, y asintió levemente.
- Si…quédate tranquilo, yo me encargo…- le susurró y el pequeño noruego se marchó no sin antes dedicarle una leve curva de sus labios al finlandés en forma de apoyo. Y Tino se preguntó si en lo que se había metido era realmente lo correcto.
- ¡Alfred te dije que no, ya basta! – gimió el inglés otra vez y sacó al finlandés de sus cavilaciones, cuando el danés lo tomó de la mano con fuerza y lo llevó casi a rastras escaleras arriba.
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Pese a las insistencias de Antonio, Prusia sabía que el que tenía tal vez la relación más directa con el austríaco era él. Quizás no del todo buena, pero habían sido…enemigos los últimos…años. Ya había perdido la cuenta
- ¿Solo ayúdalo, quieres? Hazlo por Praga… – preguntó el francés a una puerta que le fue cerrada en la cara. El albino se echó a reír mientras el francés desaparecía por los pasillos. Parecía ser su turno ahora…
- ¡Oye, Roderich! – dijo pateando la puerta desenfrenadamente y abriéndola de forma brusca. El del lunar levantó la mirada con vagancia, acostumbrado a las intromisiones del pruso durante su larga vida. - ¿Sabes? España necesita ayuda con un asuntillo de amores… ¿Puedes ayudarlo? – preguntó, alzando la voz cuando el austríaco continuó tocando con saña su piano. – ¡Oye! ¡¿No vas a responderme?! – dijo cuando hubieron pasado unos minutos en el que el austríaco no paraba de tocar el piano.
- ¡¿Que Chopin no es una respuesta clara para ti?! ¡Lárgate! ¡Ya suficiente tuve con el francés! – gritó y Gilbert salió corriendo antes de que un violín fuera lanzado por su cabeza. El albino se limitó a silbar por los pasillos y desaparecer por ellos. Lo lamentaba por Antonio. Todo quedaba en sus manos ahora.
El austríaco de frotó la frente y se sentó, estirando antes los pliegues de su chaqueta hacia atrás, frente el enorme piano de cola que Inglaterra había tenido el agrado de poner en su cuarto. Y allí estaba, frente a un Claro de Luna, tan dispuesto, cuando la puerta volvió a abrirse.
- Ro…Roderich… necesito tu ayuda con algo…- sonrió tímidamente el español enseñándole su guitarra. Roderich alzó una ceja poco convencido, hizo una mueca como si entendiera todo y le señaló una silla. Esa tarde iba a ser una demasiado larga para el austríaco.
- ¿En que tienes pensado? – preguntó mientras hacía sonar las teclas del piano de forma irregular e indefinida, como si estuviera aburrido de lo que estaba tocando. El castaño levantó la vista sorprendido y con una sonrisa demostró no tener absoluta idea de nada, y fue entonces cuando Roderich suspiró, tal vez por enésima vez en la última media hora y comenzó a tocar una canción a la cual Antonio se apegó fácilmente con sus acordes.
Y si eso no conquistaba a Lovino, entonces tendría que recurrir a los recursos a los cuales no quería recurrir.
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- ¡A…Alfred te digo que no! – gritaba incesante el inglés, y se escuchaban susurros por parte del americano. Tino, sonrojado, era arrastrado por Den hasta la puerta que daba a uno de los corredores. Pero no se imaginaban, que del otro lado, donde había una puerta también, se encontraba Elizaveta, con su grabador en mano.
- Material que vale oro…- susurró entre dientes le húngara mientras sonreía de una forma que transformaba su rostro adorable, acompañada de inocencia por la flor que le colgaba del cabello en uno lascivo y sucio, lleno de perversiones.
- ¿Tu otra vez aquí? – la sacaron de sus ensoñaciones y tuvo que detener el grabador para que la evidencia de su voz no la recriminara. Definitivamente se había convertido en una experta del espionaje y la grabación y no tenía idea de cómo no conseguía trabajo en dicha rama.
- Agh…- musitó la de ojos verdes al ver al albino cerca de las paredes también. No tenía el agrado de andar compartiendo lujoso material, y había cometido el grandísimo error de olvidar la sartén también, cosa que el pruso ya había notado. No podría vengarse de ese beso robado… - ¿Quieres callarte? – preguntó prendiendo el grabador una vez mas y prácticamente pegándolo a la puerta de la habitación.
Por uno u otro motivo, el albino obedeció, arrimándose a la castaña de forma quizá un tanto provocadora. Pero Elizaveta estaba allí, sin querer decirle nada, ya que no solo despertaría la atención de la…pareja de la habitación, si no que también la delataría a ella y estaría metida en graves, gravísimos problemas.
Gilbert sonrió victorioso, sabiendo que era eso lo que había pensado la húngara y se limitó a escuchar la agradable fiesta que se estaba dando su anfitrión y uno de sus…allegados más cercanos.
- ¡Quédate quieto o será peor, Arthur! – musitó el americano del otro lado de la puerta, a ciegas de todos los demás pero en oídos de varios. Arthur forcejeaba contra el americano, pero ¡Diablos! Esa inusual fuerza que había tenido desde pequeño la seguía teniendo ahora también.
- Dinamarca…ya conseguimos lo que queríamos saber, ¿no podemos irnos ya? – preguntó Tino, rojo como un tomate, mientras el danés sonreía de forma lasciva, penetrante y altanera ante la puerta.
- Claro que no…- dijo llevándose una mano al bolsillo, y sacando un pequeño aparatito negro con varios botones. – Esta vez no solo haré que Norgue me crea, si no que todo el mundo en ésta casa crea lo que yo digo. – dijo pulsando uno de los botones. Y Finlandia se lamentó por primera vez el haber aceptado ayudar a Noruega.
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Y bastante lejos de allí, el rubio del peinado hacia atrás y el castaño de mirada risueña parecían extrañados de que nadie, absolutamente nadie, estuviera merendando ya en la casa, habiendo pasado apenas quince minutos del comienzo de ésta. Y a pesar de que Feliciano seguía devorando scones, le pareció que la extensa merienda de Suecia y Noruega, la cual ambos parecían disfrutar mucho, era siniestramente silenciosa.
Y aunque solo para el rubio, le resultó completamente extraño que nadie lo estuviera mirando mal, ni estuviera persiguiéndolo ni alejándose de él cuando pasaba o evitándolo como venían haciendo hace una semana. Y suspiró con alivio, limitándose a ver con una sonrisa como el pequeño italiano devoraba un nuevo scone.
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Y quizá la persona más feliz en la casa en ese momento fuera Francis, cuya mirada llena de brillos estaba encendida, escuchando al son de una música que solo él podía escuchar, la melodiosa voz de Arthur gimiendo, y los continuos susurros y peticiones de Alfred que completaban la escena como formando un coro. Y valla que estaba contento el francés, mientras sacudía sus rubios cabellos y sus manos, dirigiendo esa orquesta invisible y previendo casi con naturalidad cada uno de los sonidos.
- L’amour…- canturreó el francés, girando su muñeca en otra dirección y dirigiendo sus pasos de un lado a otro como quien baila un vals, disfrutando de la música ahora con sus ojos cerrados, y alzando el mentón, dejando ver sus blancos dientes a través de una enorme sonrisa. Porque no había nada tan hermoso para Francis que la esencia que despertaba todos sus sentidos de una pareja…cuando llegaba l’amour.
Y desfilando por los pasillos, se perdió por la casa inglesa, curvando cada vez más sus labios, suspirando profundo, y sonriendo cada vez más. ----------------------------------------------------------------------------- Nota: Por cierto, lo del tomate gigante es parte de una tira que hizo Himaruya para el dia de los inocentes.
Espero que les guste! El quinto viene más movido todavía XD! |
|  | | Aeryn pastaa~

Cantidad de envíos : 186 Edad : 33 Localización : En Londres
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Sep 27, 2009 3:14 pm | |
| Soy fan de este fic, me encanta a medida que avanza >O< Este ultimo capitulo me ha encantado, por una vez Feliciano y sobre todo Ludwig se libran de ser las victimas de malinterpretar las cosas xD Aunque pobres Arthur y Alfred, pero que digo de pobres nada que anda que no me he reido con ello XD aunque seguro que despues Arthur lo pasara mal cuando el resto se lo quede mirando XD Tino me da un poquito de pena, el tener que acompañar a Dinamarca. Así que el quinto aun sera mas movidito, pues hay ganas de leerlo para saber que pasara XD Y en lo de publicar los siguientes capitulos despues del quinto, tranquila que se esperara lo que haga falta >O< |
|  | | Kori_no_Sakura pastaa~

Cantidad de envíos : 306 Edad : 26 Localización : En mi mundo lleno de criaturas mágicas XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Sep 27, 2009 7:16 pm | |
| Electra, tienes otra fan de tu fic en la lista^^ me encanta eso de hacernos pensar mal x3 y el último estuvo genial, en especial porque ya sabiamos que no pasaba nada raro(?) pero los chicos no dejan de ser malpensados XD. Me da pena que Lud sufra las consecuencias de proteger a Feli... aunque yo ya me imaginaba que si seguía cumpliendole los caprichos, los demás se iban a dar cuenta de que pasa algo espero el cap 5!!! |
|  | | Electra pastaa~

Cantidad de envíos : 184 Edad : 42 Localización : En un lugar del mundo donde la paso bastante bien...¿Hogwarts?XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Sep 27, 2009 7:35 pm | |
| Bueno, no, no tenia pensado dejarlo ahora, pero asi ya lo dejo puesto y ya para el otro fin de semana veo si ya tengo preparado el capítulo numero 6 (recemos que asi sea) Perdonenme fanáticos de Ivan y Yao, y los báticos y Grecia y los Asiaticos, se que les falta mucho, muchísimo amor, pero nos aben cuanto me costo ya con Berwald y Norgue, juro que intentaré hacer algo, lo jurooo TTwTT Sin más, los dejo con el quinto: "3...2...1..¡Grabando!" - Spoiler:
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-A...¡Alfred! - agregó el rubio en un tono un poco confundido y tartamudeando. Hungría se repasaba los labios con la lengua, en amplia actitud triunfadora, Prusia se limitaba a emitir sonrisas bobas y lascivas de manera intercalada, Dinamarca a escuchar todo y grabarlo con su añorable grabador, que demostraría a todos que el no estaba tan loco y finalmente Finlandia, que se limitaba a enrojecer a cada gritillo proveniente de la habitación.
- ¡Ya verás que con esto estarás mucho mejor! - replicó Alfred, superponiéndose a la voz del anfitrión. El ojiverde pareció no tener réplica alguna porque no se oyeron más contestaciones de su parte - Solo tienes que dejar que lo haga despacio y ya verás que tenía razón...- terminó, como si las razones de antes no hubieran sido válidas del todo para convencer al inglés. Otra vez el silencio que Elizaveta tanto detestaba y que se prolongo por, por lo menos, un minuto.
- H...Ha...Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo de una vez...cada vez estoy más caliente...- respondió afirmativo el inglés. Tino no tuvo más remedio que abrir los ojos de par en par, taparse las bocas con ambas manos, y enrojecerse a tal punto que todos podrían confundírselo con uno de esos tomates maduros que España solía cultivar en su huerta. Dinamarca, sin embargo, sonrió de lado apuntando más cerca aún el grabador y mostrando sus relucientes y blancos dientes ante la puerta firmemente cerrada. ¿En realidad el señorito inglés que parecía ser Arthur había podido decir semejante...vulgaridad?
- ¡Relájate! - se escuchó nuevamente la voz del americano, llena de alegría, como si lo que estuviera haciendo, fuera lo que fuere, lo hubiera hecho miles de veces antes y solo estuviera enseñándole una vieja lección ya aprendida al inglés. - Si te pones tenso será peor y te dolerá más...solo trata de soportarlo lo mejor que puedas...- agregó a su frase. Prusia ahogó una carcajada y tuvo que cubrir su boca para no emitir sonido, porque la Húngara lo tenía bien vigilado y decidida a usar sus puños si algo salía mal, justo en ese momento.
- Anda ya, de...deja de co-comer-comerlo.... y ha-hazlo de u-una vez por todas...- gimoteó entrecortado. Francis detuvo su danza unos momentos. Lo de "Cada vez estoy más caliente" ya no era propio de Inglaterra, pero entendía que cosas como l'amour interrumpían la personalidad y volvían a la persona a un estado de "salvajismo" (cabe aclarar que él sin embargo lo tenía bastante bien dominado), pero "ESO" que había dicho antes pareció una seria exageración. ¿Estaba seguro de que era Inglaterra o solo eran sus oídos que creían oír voces por las paredes?
- Solo un poco más...- dijo y la acción pareció interrumpirse unos minutos, porque nadie habló durante ese breve periodo de tiempo - Bueno...¿estás listo? - preguntó Alfred, quizá con una sonrisa que le atravesara el rostro de lado a lado, llegando hasta los lóbulos de cada una de sus orejas. Y sus celestes ojos destellando quizá reflejaban la apariencia del inglés, sonrojado a más no poder y...
- ¡¿Francis?! - lo sacaron de sus cavilaciones cuando cada vez estaba llegando una parte mejor, que hacía de ese pequeño teatro una satisfacción intensa que le recorría el cuerpo con pequeños temblores. El francés aludido se giró sobre sus talones, sacudiendo la melena dorada como la más esplendorosa modelo (y quizá lo era) y haciendo lo que casi fue una pose, clavó su mirada azul sobre el que lo había llamado.
- ¡Roderich, Mon ami! - exclamó el francés un tanto confundió, mientras miraba al de traje azul, pañuelo y lente mirarlo altivo y con un aire de superioridad que el francés se esforzó en obviar - ¡¿Decidiste al fin hacerlo por Praga?! - preguntó un tanto conmocionado. Luego de tantos años...¿tendría por fin al austríaco en sus manos?...
- ¡Pervertido! - dijo luego de dar una vuelta entera con sus ojos a sus rasgadas órbitas. El lunar, ese pequeño escondido debajo de los labios le daban ese tono aristocrático que le había durado durante siglos enteros. Francis llegó a preguntarse que pasaría si le pudiera sacar ese lunar...tal vez podría quitarle ese aire de...aristócrata que tenía el austríaco. - Estoy buscando a Antonio, ¿tú lo has visto? - preguntó sacándolo de sus pensamientos. El francés, conmocionado y pensando que intercambiaría su grandiosa Paris por la Madrid de Antonio simplemente negó con la cabeza.
- Bah, te interpretaría a Bethoven si pudiera, ¡pero no tengo el piano a mi alcance! - exclamó indignado antes de dirigirle una última mirada de reproche y pasar por su lado, rumbo a la incierta ubicación del castaño despeinado. Después de todo, se habían detenido para que el español pudiera ir al baño y volviera, y no podía encontrarlo por ningún lugar, luego de una hora de espera. Indignado, hizo resonar sus botas por el pasillo...
- Alguien viene...- El de ojos rojos de había dado vuelta de una manera imprevisible y brusca, alejándose de la húngara y poniéndose de cuclillas, con una mano en el piso. - Y no está muy lejos, tenemos que sali...- se interrumpió el mismo. La húngara no daba señales de vida, parecía embobada, mirando la puerta como si fuera lo último que existiera en la vida y no pudiera apartar su vista de ello. - Anda no es hor...- pero nada. La de cabellos largos no parecía querer moverse del lugar donde estaba, y de hecho no lo hizo hasta que Gilbert tironeó de su brazo, mientras que su grabador caía lentamente al piso.
- ¡¿Que diablos haces?! - preguntó Elizaveta, como si despertara de un transe del cual no quería alejarse, como un sueño placentero del que nadie se quiere alejar. El albino le reprochó con una mirada que indicaba algo de exaltación a la vez y se encerraron en la primera puerta que se les ocurrió que podía ser un armario. Un cuarto era demasiado arriesgado, cualquiera podía estar allí y sería peor que encontrarlos espiando, si corrían demasiado lejos podían ser vistos por alguien que sospechara de ellos y estarían atrapados en la misma situación...si, esa parecía ser definitivamente la salida más apropiada para el momento.
- ¡Vamos, entra aquí! - le dijo escuchando el "clap" de los zapatos resonando tras ellos. Hungría quiso, pero no tuvo el tiempo de dudar y antes de que el pruso cerrara la puerta llegó a prender la pequeña lucecita que había colgado desde el techo. Típico de un closet de cualquier cosa. Allí parecía haber ropa vieja y un tanto apolillada, guardada a través de los tiempos por el dueño de la casa. La ojiverde prestó especial atención a aquel que reposaba un tanto alejado de los demás, colgado sobre una pared, que relucía en colores escarlata, azul y detalles en dorado. ¿Era eso...un traje de...?
- ¡Pirata! - exclamó como si la hubiera horrorizado. Era que ese aspecto tan caballeroso y sutil que tiene...o solía tener antes de escuchar esa "conversación" con Alfred, contrastaba con el traje de crudo y aguerrido pirata que parecía querer mostrar su traje, rasgado en varias partes, y con remiendos fuertes pero muy notorios. Prusia le puso inmediatamente una mano en la boca, husmeó el traje de pirata y pareció querer emitir un comentario también, pero de limitó a guardar silencio y prender su oído a la puerta para escuchar los pasos acercarse, pasar por delante y alejarse por los pasillos, refunfuñando.
- El inglés comienza a caerme bien...- dijo Gilbert, sumado al tiempo que le habían dado los pasos de Roderich para pensar bien lo que iba a decir. Elizaveta le envió entonces una mirada de reproche y fastidio. Gilbert, apoyó la oreja contra la puerta y entonces lanzó un suspiro y una sonrisa que le dieron ese toque juvenil y travieso que solía tener siempre. - Ya se fue tu novio...- agregó cuando se hubo cerciorado, y ambos, incluso él, se sorprendió de un tono que escondía quizá, un poquitillo, una pizca de celos. Elizaveta frunció el ceño y se preparó para abrir la puerta pero el pruso se lo impidió...
- Tengo una oferta para hacerte...- dijo guiñándole el ojo, y a pesar de querer fruncir el ceño con todas sus fuerzas para indicarle cuan molesta estaba con el albino, las manos de éste posándose tranquilamente sobre sus hombros no hicieron más que hacerle poner los ojos como platos y tornar sus mejillas de ese color piel suave a un rosado muy intenso. - Y creo, por esa cara, que aceptarás -
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Noruega farfulló algo que Ludwing no pudo entender. Quizá sea por la lejanía o quizá simplemente porque era un farfullar. Sin embargo, el sueco pareció entenderlo irremediablemente y contestó con otro farfullido. Realmente, Ludwing no entendía porque el raro en esa casa era él, cuando personas como esas se mostraban tan...misteriosas. Ambos estaban varias mesas más alejados de ellos, contra la pared (mientras que ellos estaban contra un pequeño murete que llevaba flores de estación, quizá caléndulas o alisos). El sueco les daba la espalda, y su presencia en el jardín parecía no molestarlo en lo absoluto porque en ningún momento se giró para observarlos. En cambio, el noruego si lo hacía, con su semblante serio, giraba su mirada por pocos segundos hacia su mesa en intervalos que, según pudo calcular Ludwig, no iban más allá de los cinco minutos.
- Ve...~ - canturreó el italiano y el alemán de dio vuelta rápidamente. Había estado en silencio todo ese tiempo, o al menos no le había prestado atención y cualquiera de los dos motivos resultaba, para el alemán, un misterio increíble, pero a la vez un logro impresionante. Volvió a sacudir su cabeza para quitar esas ideas de su mente y centrar su atención en el italiano, que ya abría la boca para articular algunas palabras. - Ha sido una merienda muy agradable, ¿no lo crees Ludwing~? - preguntó y el alemán entornó sus ojos antes de asentir levemente. Cuando desvió la mirada se dio cuenta de que el Noruego les enviaba otra mirada dubitativa antes de centrarse nuevamente en el sueco.
- Ya está atardeciendo...- contestó el alemán, cambiando el tema y sin saber exactamente porque hacía ese comentario. Era una tarde de sábado, y como durante los fines de semana no se reunían, no se preocupó de haber desperdiciado el tiempo en una muy larga merienda. El sol descendió un poco más, rumbo al oeste e indicaba que eran ya casi las siete de la tarde. Era notorio cuan largos se hacían los días cuando era verano. - No tardará mas de una hora en ocultarse por completo...quizá media hora...- terminó, agregándole ese dato matemático infaltable en sus frases cuando no reprochaba (por las múltiples razones que podía tener) al pequeño italiano.
- Es un atardecer muy lindo...- le contestó sonriéndole, luego de mirar al sol anaranjado remarcar con fuego anaranjado la silueta de los alejados árboles, más allá de la casa del inglés, ya casi en el horizonte. Se había quedado encantado con esa imagen y se había volteado para sonreírle con esa sorprendente y natural ternura al alemán, que le respondió con una mirada azul y fría, viendo el rostro del italiano ser remarcado con ese naranja intenso.
- Vamos...tenemos que empezar a preparar las cosas para la reunión del lunes...- dijo corriendo su mirada a los únicos que continuaban allí además de ellos. Noruega acabó por dirigir su mirada al alemán y al ver que él también lo estaba mirando giró la cabeza y la centró en su taza de té. Por primera vez el sueco pareció percatarse de los movimientos del noruego, y giró lentamente su cabeza rubia para verlos, alzar una ceja y volver a darse vuelta con una expresión un tanto aburrida. Ambos nórdicos esperaron a que los otros dos se marcharan en el mismo silencio con el que habían comenzado, disfrutado y estaban por terminar esa agradable merienda. El noruego dejó su taza de té e hizo un pequeño ademán para levantarse pero la voz del sueco lo congeló en su asiento.
- ¿'ue t' psa cn ell's? - preguntó el sueco en lo que pareció un gruñido un poco extraño y noruega trató de pensar unos momentos para contestar de la forma más simple pero que a la vez diera a entender al silencioso nórdico la razón de sus observaciones. Se llevó dos dedos a su mentón, dirigió su mirada al piso, pensó la respuesta en su cabeza, meditó la forma de acortarla, y finalmente separó sus labios para contestar.
- Debo dejar de estar con Dinamarca - le respondió, para sorpresa del sueco, que no esperaba esa respuesta. O si la esperaba, pero de todas maneras, la naturalidad y la simpleza con la que lo había soltado el noruego, mostrando un dejo de frustración entre sus palabras y sus ojos un tanto apagados le había resultado un tanto impactante. No hizo ningún gesto porque entendió lo que quería decir Norgue, tener que soportar al rubio durante tantos años, y convivir con él durante aún más tiempo que los otros, debía ser...un pequeño infierno para el noruego. Sin interrupción ahora, el noruego se levantó de su asiento y desapareció por la puerta que daba al interior de la casa, mientras que las mucamas de Arthur salían para limpiar los restos de la merienda, viendo ya como medio sol quedaba sobre el horizonte.
Suecia por su parte, se levantó lentamente unos minutos después y entró a la casa. Lo más impactante que escucho, fue los quejidos que venían escaleras arriba y miró aburrido al techo como si los sonidos estuvieran pegados al cielo raso. Suspiró y subió por una de las escalinatas de madera que daban a la parte de atrás de la casa, subiendo los escalones lentamente y acomodando sus lentes de vez en cuando, cada vez que estos resbalaban un poco más abajo, utilizando el tabique de su nariz como un tobogán.
Y por primera vez en la tarde, pensando en la respuesta de Noruega, recordó la misión de Tino y se detuvo en seco en medio de la escalera. Él, que ya estaba costumbrado a vivir sin el rubio, ¿estaría bien en su compañía ahora?. Después de todo las intenciones que tenía ese pervertido eran aclarar unas cuantas cosas, y Suecia bien sabía que no se iba a dar por vencido en esa misión. Y si Tino lo estaba acompañando, significaba que él tendría que hacer lo que hacía Den y eso no podía significar nada bueno. No, el no desconfiaba de Tino, el era totalmente capaz de hacer cosas, pero desconfiaba del estúpido rubio al que estaba acompañando y sus perversas intenciones...Tal ves ya era hora de buscar al pequeño nórdico por algún lugar de la casa.
Y acompañado por ese pensamiento, el sueco terminó de subir las escaleras de madera y desapareció entre los pasillos, alejándose de la agradable luz anaranjada, que entraban por los enormes ventanales que daban al jardín.
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- ¡Antonio! - gritó el austríaco cuando vio, asomado en un ventanal y medio doblado al castaño, que se dio vuelta de inmediato. - ¡Te he estado esperando durante una hora! ¡¿Que clase de falta es ésta?! - preguntó, y su apariencia, a pesar de ser bastante graciosa, le dio una muy mala espina al español. Estaba tenso, el torso estaba ligeramente más adelante que sus piernas, sus brazos estaban estirados completamente a sus costados, los labios firmemente apretados y los ojos un poco cerrados a causa de sus cejas fruncidas. Por un segundo, España pensó dubitativo cual sería la forma del austríaco de demostrar su enojo cuando no tenía un instrumento cerca.
- ¡L-lo siento, Roderich! ¡N-no fue mi in-intención! - dijo sonriéndole, las gotas de sudor le resbalaban por el costado de su cara y sus cejas se arquearon demostrando quizá un temor ante la reacción del austríaco. Pero este relajo su postura, suspiró, y se acomodó en esa pose altiva, presionando el tabique de su anteojo para subirlos a su correspondiente altura. - Cuando salí del baño, creí escuchar unos ruidos cerca de aquí, pero al parecer me he desviado bastante porque no consigo oírlos más...para cuando quise regresar me di cuenta de que estaba completamente perdido...- El asutríaco bufó lentamente, suspirando, apoyando su codo sobre su brazo, ya cruzado sobre su cuerpo, y acariciándose lentamente sus sienes. España se limitó a sonreírle, mas relajado también. Para Roderich, viniendo del español, era una excusa totalmente válida.
- Anda...solo quedan unas pocas horas antes de la medianoche y tenemos mucho que practicar...- se dio vuelta, acomodó su traje pasando su mano por encima y le hizo un gesto con la mano para que lo siguiera. Un poco embobado y tal vez asustadizo, el español lo siguió con esa sonrisa inacabable que tanto le caracterizaba. El austríaco hizo resonar sus botas, caminando por el pasillo nuevamente, mientras que el español lo seguía aún un tanto aturdió, arrastrando un poco los pies. Ninguno de los dos se percató ni se detuvo a mirar con mucho detenimiento en el cuartillo donde estaban escondidos los otros dos ni en el pequeño aparato de color negro que se hallaba justo a la entrada de la habitación del inglés.
- ¡Ah! Parece que Rode encontró ya a su Madrid...- comentó Francis, sentado contra la pared del pasillo, algunos metros mas adelante. Roderich lo observó de arriba abajo, giró la cabeza, negó con la misma, de manera avergonzada, y siguió con paso seguro y definido; ya sabía a donde se dirigía. El español por su parte, miró a Francis un tanto confundido, el francés no había dicho nada acerca de su intento de convencer al austríaco (y a Praga), y el español se limitó meramente a hacer una de esas sonrisas que únicamente podía hacer él. Podían parecer un tanto bobas (o eso al menos opinaba Gilbert) pero lo hacían ver bastante relajado.
- Tu cállate, ¡pervertido! - gritó Roderich antes de girar por una de las puertas que comunicaba con otros pasillos. Antonio desapareció también por ellos no sin antes dedicarle una mirada de duda al francés, pero éste ya se había volteado y no lo estaba mirando, así que se limitó a seguir su camino y desaparecer de la escena cuanto antes. Lo último que quería era volverse a perder entre los pasillo, porque entonces si que no sabía como reaccionaría el austríaco. Cada uno tenía su carácter...
- Antonio, apresura el paso...¡Tonto! - apresuró el austríaco. El español, que se hallaba mirando las numerosas decoraciones de las paredes mientras caminaba a un paso bastante lento, se apresuró a continuar con su marcha y colocarse justo detrás del austríaco. No tenía otra opción, ahora que le había pedido ayuda, y que lo había hecho alejarse de su piano no podía decirle que no. Se dio cuenta de que habían llegado cuando el austríaco abrió de manera brusca una puerta, girando el pomo y entrando en la habitación. Antonio miró al suelo un tanto distraído, suspiró, se detuvo un momento, y antes de que el austríaco lo reprendiera nuevamente, entró y cerró la puerta tras de si.
Francis por su parte, apoyó la cabeza contra la pared. Para ser un anochecer de sábado, consideraba que estaba totalmente perdido y sin algo divertido que hacer. Se sintió un poco humillado con lo del austríaco, pero ya le había pasado antes, por lo que decidió no prestarle atención. Después de todo, el se seguía considerando una belleza muy superior a Antonio, y de los tres (Gilbert, Antonio y él) era, por su puesto, el apuesto del grupo. Gilbert era el macabro que jugaba con los demás y Antonio era el tierno se sonrisa boba que no podía faltar. Pero sus pensamientos se disolvieron cuando su atención fue captada por la fiesta que se libraba dentro de la habitación.
- Y...¡ya deja de moverlo! ¡¡You moron!! - Si, definitivamente Arthur estaba reaccionando y volviendo a ser el mismo, con esa boca tan mal hablada de "Hooligan" y ese acento tan "British" que el tenía. Y Francis se limitó a cerrar sus ojos, el cielo raso blanco era un tanto soso y no tenía mucha gracia, por lo que se decidió a escuchar la conversación que parecía volver a cobrar vida adentro.
- ¡Pero Iggy! - se interrumpió para recibir un "Bloody Hell" de su acompañante, y una vez que éste hubo terminado de sermonearlo por como lo había llamado continuó con su réplica - ¡Te aseguro que es así como se hace, si no lo mueves no tendrá tanta gracia! - respondió enojado el americano. Por una vez en la vida agradeció que el americano tuviera esa voz tan chillona y gritona que tenía.
- No seas idiota, ¡America-baka! N-No quiero que manches ninguna parte de mi cuarto...- ¡Anda! ¡Que Igirisu no podía haber dicho eso ni en mil años! Esto el francés tenía que verlo en vivo y en directo, y no le importo para nada que fueran reales, si no que se lanzó sin pensar las consecuencias dentro de la habitación. Allí estaban ellos, El inglés sin camisa, el Americano manchado de una crema blanca alrededor se su boca mirando con curiosidad al francés. Inglaterra por su parte y luciendo su torso desnudo, se levanto con un almohadón en la mano que terminó por estamparse en la nuca del fugitivo de Francis, que cayó al piso fuera de la habitación. Y antes de cerrar la puerta, el inglés recuperó su almohada y la sacudió.
- No se que mosca le ha picado a éste...- suspiró el inglés y el americano simplemente lo miró divertido. - Bueno... ¡Bloody Hell! ¡Mira la hora que se ha hecho y aún no he tomado mi té! ¡Esto es tu culpa, América-baka! - reprendió el ingles y solo se pudieron escuchar los balbuceos del americano que intentaba defenderse. Por la vos de Inglaterra, parecía estar a punto de desmoronarse o, al menos, descabezar a dos o tres personas. - Ya cállate, ¡you moron! tengo que comenzar a preparar la cena de ésta noche... No tomar el té... ¡que herejía! - gritó para sí.
El dinamarqués fue el que empezó a sudar entonces. Dos gotitas graciosas recorrieron su cabeza y no podría haber reaccionado si no fuera porque escuchaba los pasos de Inglaterra acercarse cada vez más a la puerta que tenía delante. Soltando el botón del grabador, el rubio se lanzó a correr, olvidándose de Tino. Por lo menos ya tenía las pruebas que quería, y ahora ningún país podría atreverse a tratarlo de un mentiroso. Las pruebas allí estaban y las usaría de forma audaz. Al mejor estilo danés...
- No te apresures Inglaterra, de todos modos a nadie le gusta comer tu comida...- gritó el americano, apoyado sobre la puerta, aún del lado de adentro de la habitación. Arthur solo se giró y le dirigió una mirada más que fulminante, por la que Alfred simplemente salió de la habitación, cerró la puerta y huyó del lugar antes de que algo raro le pasara. Estaba dudando si esa noche comería en la casa, o buscaría algún restaurante de comidas rápidas por Inglaterra. Estaba seguro de que algo hallaría.
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El sueco se había tardado bastante en llegar al lugar de los hechos, y le sorprendió ver a Dinamarca cruzar corriendo lado a él, pero no le prestó real atención hasta que se percato que el finlandés, que debía acompañarlo en todo (o casi todo) momento, como hacía Noruega, no estaba tras él, ni delante, ni venía corriendo, si no que simplemente no estaba. Ahora si que estaba tanto más preocupado. Si...el dinamarqués era un estúpido y probablemente ni se percató de Finlandia, pero aún así...
Algo se movió. Si, algo se había movido...No podía ser, el pasillo estaba vacío, los retratos parecían quedarse en su lugar (y se cercioró bien de eso, uno nunca sabía que cosas podían pasar en casas ajenas) y la pequeña mesita estaba quieta, no más allá de un pequeño temblor que la bamboleaba un poco, y agitaba un florero lleno de fresias y rosas que daban vida al lugar. El sueco, indiferente, se agachó levemente para ver algo que no le agradó en lo absoluto. Allí abajo, el pequeño Finlandés tenía la cara roja como un tomate, temblaba en su sitio, y se hamacaba de arriba hacia abajo de una forma muy siniestra.
- ¿T'no? - llamó el de lentes al pequeño de ojos violeta, que le dirigió una mirada asustada, y a una velocidad sorprendente salió de abajo de la mesa y se colgó del cuello del sueco. Berwald se quedó en su sitio, pestañando constantemente sin saber que respuesta dar ni que preguntar primero, y a punto de articular unas palabras la melodiosa pero ahora temblante voz pareció aclararle la situación.
- ¡¡Ay Su-san!! ¡Es tan agradable verte! No sabes las cosas que he oído esta tarde, no, tu no te das una idea...- dijo mientras su voz se iba calmando poco a poco. El sueco sintió una pequeña puñalada de culpabilidad al haberlo dejado solo con ese estúpido y se limitó a apretar el cuerpecito de Tino contra el suyo. Ya tendría una agradable charla de enemigo a enemigo cuando pudiera atrapar al rubio idiota, donde le dejaría bien claro su opinión sobre sus actitudes. - ¿A ti como te ha ido con Norgue? - preguntó amablemente y el sueco sacudió su cabeza y liberó al cuerpo de Tino, acomodando su boina que por poco caía.
- M'y b'n - contestó simplemente, mascullando, como siempre lo hacía. Tino le entendió a la perfección y se sorprendió cuando el sueco agregó - He t'nid 'n ch'rl m'y 'grdble - Tino enmudeció y palideció un poco. Norgue Y Berwald juntos... ¿Conversando? Definitivamente Finlandia necesitaba un buen baño de inmersión antes de la última tortura del día que resultaría la cena. Y no se molestaría por salir pronto de ella. Ese día había procesado la información que hubiera podido acumular durante todo un año, y sentía que su cabeza no solo estaba afiebrada, si no que le dolía bastante.
- ¿Sabes Su-san? Hoy ha sido un largo día...del que no me olvidaré en mucho tiempo...- suspiró el finlandés con la compostura recuperada. Sus ojos violáceos volvieron a tener el mismo brillo de siempre, y a pesar de no estar en el mejor estado (se sentía un poco acalorado, tenía hambre y estaba por sobremanera contracturado) le sonrió de manera sincera y tal vez un poco cordial a la que el sueco no pudo evitar mirar detenidamente unos segundos, disfrutarla, y responderle con la misma intensidad.
Definitivamente, Tino tomaría ese baño. Y ambos nórdicos se marcharon de la escena de los hechos por el pasillo, doblando la misma esquina que había atravesado el austríaco minutos antes (sin voltearse para ver el cuerpo inconciente de Francis) y desaparecer por los numerosos pasillos que representaba la casa (o más bien mansión) de Inglaterra.
Y el rubio dinamarqués, por su parte, se detuvo luego de que se hubo alejado lo suficiente, y se percató de la auscencia de Tino. Pero ahora no podía volver atras, debía actuar natural y simular normalidad. Seguro que el finlandés estaría bien, y su mente se abstrajo completamente de las preocupaciones cuando vio al noruego caminar a paso relajado hasta su habitación. Marchaba con el semblante serio, pero algo en sus ojos le decía que había pasado una tarde armoniosa y nada desagradable. ¡¿Pero cómo diablos había podido disfrutar sin él?!
- ¡Norgue! - llamó el dinamarqués y el Noruego no solo se heló en su lugar, si no que se giró con el rostro un tanto desencajado - Tengo algo que a ti, y a los demás países terminará de convencer...-
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- Te lo advierto, Gilbert, más vale que me dejes salir en éste instante...- logró amenazar la castaña, separándose del agarre del albino. Pero la sonrisa de éste no se borró si no que se acrecentó, arrinconando a la húngara contra la pared que estaba al otro lado de la habitación. Y a pesar del ceño fruncido y de la amenaza, ese adorable tono rosado que resaltaba de su rostro le decían que su plan marchaba bien...o por lo menos seguía la idea del de ojos rojos.
- Es solo una propuesta...te llevará solo cinco minutos...- obvió la amenaza, sonriendo de punta a punta frunciendo el ceño y acercándose peligrosamente a la cara de la joven. Escasos centímetros, los alientos prácticamente se chocaban unos con otros. - Verás que no lo querrás rechazar...- sonrió. Milímetros...solo milímetros. Y allí estaba ella, sin moverse, con la boca abierta pero sin palabras, todas las que tenían parecían haberse congelado en su garganta, hechizadas por el aliento del albino.
- Gi...Gilbert...- solo su nombre. ¡¿Qué estúpida pronuncia el nombre del que tiene adelante cuando tiene solo esa oportunidad de defenderse?!¡Nadie! ¡Nadie malgastaría la única palabra que puede articular en decir un nombre! Sus ojos estaban entrecerrados, pero aún así pudo vislumbrar a los ojos del albino, bien abiertos, mostrando ese color rubí o quizás sangre, reflejados bajo un pesado brillo que le cedía la lámpara. Elizaveta cerró sus labios y tragó saliva antes de volverlos a abrir.
- Tú tienes unas grabaciones que valen oro... - La húngara alzó una ceja, y pudo escuchar un vidrio rompiéndose, aunque ignoraba si venía desde su propia cabeza o si de verdad se había roto un vidrio. - Podemos hacer...grandes cosas con ellas...- dijo alzando unas cejas, y parpadeando con un ritmo lento, al tiempo que su rostro se decoraba con una de esas sonrisas lascivas que solía tener. Hungría cerró la boca, apretando los labios firmemente, pegó su mentón al cuello y retrocedió la cabeza unos cuantos centímetros, alejándose de los labios de Gilbert.
- No haré eso que estás pensando... - Elizaveta se detuvo unos segundos y pensó bien las razones que diría para convencerlo de lo contario. Detuvo su vista en los zapatos que llevaba el Albino pero realmente centraba su mirada en expresar bien sus ideas - Sería un tanto sucio e inmoral publicar o vender estas cosas, ¿sabes? - Gilbert alzó una ceja un tanto disconforme, y le dio a entender que esa mirada la estaba reprochando.
- Grabarlos ya es bastante sucio de por sí...- contestó y la húngara se percato que ese era el error que no había podido ver antes, cuando pensaba la respuesta. Volvió a tragar saliva pero ya no tenía que tragar ésta vez.
- No lo haré...- evadió la respuesta del albino que otra vez, frunció el ceño y si no fuera porque la sonrisa del de ojos rojos apareció instantáneamente después, hubiera jurado que este se había dado por vencido, o bien que estaba pensando en algún otro plan para conseguir esas grabaciones. Pero no, parecía que aún tenía cartas en la mano, y quien decía que no tenía algunos ases bajo la manga...
- Pues no creo que tengas otra opción...- sedujo, raspando sus dientes con su lengua y repasándolos lentamente antes de abrir la boca de nuevo. Ahora que lo pensaba, el olor a té que desprendía Gilbert ahora era ciertamente delicioso y le daba, quizá acostumbrada a asociar ese olor al inglés, cierto dejo de formalidad que sabía que Prusia no tenía. Pero se distrajo cuando Gilbert sacó un pequeño aparatito, similar al que ella había dejado caer cuando él mismo la llevó a la rastra hasta ese cuartucho. La naftalina comenzaba a invadir ese cuarto y la mareaba un poco. - O me ayudas...o te delato...- sonrió el alemán.
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Medianoche. Esos retorcijones y revueltas en su estómago no sabía si eran por nervios o por la asquerosa comida que había "degustado" durante la cena de esa noche. Quizá Inglaterra la había preparado enfadado, porque realmente tenía peor gusto que el que solía tener siempre. Un retorcijon le hizo sacar la lengua y doblarse un poco, pero una sacudida le indicó que posiblemente fueran los nervios y decidió suspirar y sacudirse para relajar su tensionado cuerpo.
-Relájate...ya casi es hora...- resonó la vos tras de si, y Antonio se volteó. Una suave brisa le agitó los cabellos y a pesar de estar en pleno verano su piel se agallinó ante el cálido roce. De verdad estaba nervioso, pero de veras que ya no había vuelta atrás. Su pantalón negro también jugueteaba, y sus ojos temblaban ligeramente en sus órbitas. La luna se limitaba a observarlos en silencio e iluminarlos, tan fuerte que el español se sentía parado frente en un escenario, con las butacas de espectadores lleno de los críticos con peor reputación. Antonio tragó saliva, y de repente se sintió como Arguiñano, observado por todo el mundo.
-Vamos Antonio...en tres...dos...uno...- una piedra golpeó la ventana de su habitación, aquella a la que no podía ingresar, las teclas del piano comenzaron a repartir su dulce tonada, su guitarra parecía tocar sola, y fue entonces, justo ahí, cuando llegó el momento.
Cabe destacar que es mi priemr chapter largo (5.500) Estoy orgullosa de mi (???) Gracias por los comentarios, como ya dije en algun lugar raro, me dan a saber que no estoy haciendo las cosas tan mal XD! |
|  | | Aeryn pastaa~

Cantidad de envíos : 186 Edad : 33 Localización : En Londres
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Lun Sep 28, 2009 5:51 pm | |
| Termine de leer este increible y largo capitulo >O< Por un momento pense que no lo terminaria XD es lo que tiene leer las cosas un poco antes de tener que marcharte a dormir XD
Que comentar del capitulo, pues antes que nada pobrecito Tino ha tenido que terminar muy traumado por los comentarios de Arthur y Alfred, si es que estos dos menudos comentarios han soltado XD pero han sido geniales.
La interrupcion de Francis en la habitación de Arthur, como me hubiera gustado estar en la situación de Francis antes de ser golpeado solo para ver al ingles XD
La parte de Gilbert y Elizabeth, por un momento pense que se besarian T^T pero gilbert tenia que arruinar el momento ¬¬ si es que este pruso solo se mueve por interes XD
Espero que Antonio en el proximo capitulo le vaya bien con su amado >.< porque con lo que se ha esforzado se merece una recompensa >.<
Y a ver quienes seran las proximas victimas para lo de malpensar XD
Gran capitulo y fic >.<
Tomate el tiempo que necesites para el siguiente capitulo >O< |
|  | | Izumi Hamburguesa

Cantidad de envíos : 97 Edad : 26 Localización : APH Academy
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Miér Sep 30, 2009 12:25 am | |
| Wooo~! me gusta mucho tu fic *w* ya termine de leer el capi 4 ^^ el 5 estoy que lo imprimo xD! ya me estan botando de la compu x_x pero kiero leerlo >w< xDDD!
Dios~ Francis me mata con eso del amor xDDD! |
|  | | Electra pastaa~

Cantidad de envíos : 184 Edad : 42 Localización : En un lugar del mundo donde la paso bastante bien...¿Hogwarts?XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Sáb Oct 10, 2009 8:25 pm | |
| Siii ya se me atrasé muchísimo (una semana entera) pero disculpenme!! estuve 0 inspirada ultimamente y no saben cuanto me costó terminar esto (Naah ni para tanto). Gracias por leer chicos, me hacen super feliz sabiendo que les gusta... X3. Acá sin más, los dejo con el 6to capítulo - "Exquisiteces" - Spoiler:
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Vivo por ella sin saber, si la encontre o me ha encontrado...
Definitivamente la voz del español resultaba extrañamente melodiosa, parecía que esa luz que la luna depositiaba sobre el, que el piano que resonaba melodiosamente en los compaces que Roderich le obligaba a sonar y la fresca brisa le daban un coraje salido de lo más profundo de su alma. Antonio tragó saliva en una pequeña pausa que le pareció más corta de lo que habían practicado con el austríaco.
Ya no recuerdo cómo fué pero al final me ha conquistado
Por su parte, Lovino escuchó repiquetear la piedra contra los vidrios apenas abiertos de su ventana. Había cerrado la persiana casi en su totalidad para evitar que la luz lo despertara temprano. Sin embargo eso no impidió que la voz del español recorriera el cuarto como la fragancia a flores de estación, con las que el inglés había decorado todas las habitaciones. El piano había comenzado a llegar hasta sus oídos y la guitarra que hacía su aparición en pequeños rasguidos sonaban como la más dulce de las harpas.
Antonio vio como una sombra tapaba la poca habitación que podía ver, e imaginó la sombra de su tomate preferido tirando de las cuerdas que echaban las cortinas hacia abajo o hacia arriba. Ésta se levantó lentamente, y empezando por el riso, la cara del mayor de las Italias se vio reflejada por la luna. Aburrido, apoyó los codos bajo el detallado dintel de la ventada, y apoyó su cabeza sobre una de sus manos. Un destello recorrió us ojos pardos.
Antonio comenzó a sudar y sintió como si su corazón se hubiera detenido. Hasta llegó a pensar que ahora su cuerpo era alimentado por una clase de maná que reemplazaba la sangre y el oxígeno, porque no tenía conciencia de estar respirando, ni sentía latir su corazón. Volvio a tragar saliva, y vio como la cara del italiano hacía una mueca de esfuerzo, como si intentara decifrar algo.
Vivo por ella que me dá toda mi fuerza de verdad
Si, para Lovino, esos versos eran extremadamente conocidos. ¿Pero de dónde? Cuando el piano comenzó con la dulce melodía la canción se le hizo extremadamente conocida, al punto de gritar el nombre del tema, sin embargo cuando la voz de Antonio irrumpió en la melodía, colaborando con ella se confundió. Los versos que creían estar encerrados en la memoria a punto de liberarse volvieron a desaparecer y la canción dejó de resultarle tan familiar. ¿Se habría confundido? Claro que no, el no podía hacerlo, si algo le era conocido, le era conocido...pero...¿de donde?
Vivo por ella y no me pesa
Además que era eso de "Vivo por ella? " ¿Quién se había creído el español para tratarlo como una mujer?. De las tantas canciones que podía haber elegido, ¿tenía que elegir una canción que necesariamente lo tratara como si fuera su mujer?. Aunque...no le molestaba que el le inspirara su fuerza, o esas boberías que salían de la boca del español. Se sonrió de lado, una pequeñísima mueca que se torció a un costado de su rostro.
Ella entre todas es la más dulce y caliente como un beso Ella a mi lado siempre está para apagar mi soledad
Antonio adivinó esa sonrisa, amplificada en su hermosura quizá para él cientos de veces, reflejando a un Lovino bastante delicado y con una media sonrisa que lo hacía ver tan tierno como cuando el era el pequeño que mojaba la cama. Tuvo que reprimir un impulso para no salir corriendo, trepar por la pared, y lanzársele encima como si fuera un inmenso peluche que necesitaba de ser abrazado. Si...reprimirlo era muy dificil, pero se veía tan bonito. Volvió a tragar saliva, sus labios estaban tan resecos que creyo que su boca se partiría en dos en cualquier momento.
Por su parte Lovino volvió a torcerse en ese gesto profundo que intentaba decifrar de donde le sonaba tanto esa canción. "Vivo por...Vivo pir..." ¡Diablos! Enfocó su mirada en donde se adivinaban los ojos esmeraldas del español. Por un segundo se fijo en el piano de Roderich y como diablos habían echo para bajarlo bajarlo hasta el jardín, pero creyó que no era lo importante. La brisa le agitó su pequeño rulillo y le hizo cosquillas en su cuello, pero Lovino no le prestó atención. Los ojos verdes lo habían captado enteramente...
Es la musa que te invita ...
¿M-Musa? ¡¿Qué diablos pensaba que era el español?! ¡Era obvio que la canción no había sido hecha para el, pero aún así, de todas las que tenía que tener Antonio para tocar había elegido una donde lo trataran como una mujerzuela que...
...a tocarla suavecita...
¡Eso si que era demasiado! Si, si, podía resultar romántico para cualquier mujer, y ya era un tanto vergonzoso que Antonio cantara una canción para él como si fuera una chica, pero ¿tenía también que hacer creer que el era una mujerzuela? ¡Al diablo con que tomaba todo muy en serio! El verso si había apagado sus pensamientos con mucha fuerza, pero los pensamientos surgieron como si de un resorte se tratara y Lovino sintió como si fuego ardiera en su pecho, teniendo la sensación de ser un dragón a punto de quemar vivo todo lo que estuviera a su alzance...
- ¡¿Quién te crees qu...?! - intentó gritarle al español pero un último pensamiento, una revelación lo hizo detenerse en poco tiempo. ¡Lo había logrado! ¡Ahora sabía de donde habñia salido esa cación!. Y al instante otra revelación...
- ¡¿C-Cómo te atreves a cantar eso en español, maldito idiota?! - le gritó. Roderich se sacudió en su lugar lanzando un acorde fuera de término y según los oídos de Lovino una cuerda de la guitarra se había cortado en dos. Si, la mano sacudiéndose de Antonio casi por su cuenta, uno de sus ojos cerrados lo indicaban. El otro sin embargo mostraba una sorpresa extrema, mirñando directamente a sus orbes miel...
-¿N-No te gusta? - preguntó sorprendido, dejando que su mano reposara ahora sobre las cuerdas aún sanas. El italiano se enrojeció. Que lo preguntara de esa manera tan dulce e inocente lo hacían ver...¡No! ¡Claro que no! No podía perdonar que el español se hubiera reído de él, y menos con un alemán haciéndole de apoyo. Antonio entendió sus pensamientos cuando los ojos de Lovino se entrecerraron y su ceño se frunció.
- ¡Claro que no! - contestó el italiano casi al instante, por poco se superponía al temblor de la voz del español. - ¡Al menos hubieras tenido la decencia de cantarlo en italiano! - le reprochó y el español entendió enseguida el error que habia cometido...¿Como se había olvidado que "Vivo por ella" también tenía una versión en italiano? Antonio separó sus dedos del acorde que aún no había desarmado y luego de cerrar sus ojos se llevó la mano a la cara.
- Lovi~ por favor, ya sabes que no fue mi intencion haber, no lo se, estado con Gilbert... - Los ojos de cachorro que puso el español hicieron que Lovino se echara unos centímetros hacia atras y relajara su ceño fruncido para darle paso a una sonrisa de oreja a oreja. - E-eso significa que me dejarás ent...- pero sus palabras fueron interrumpidas cuando, de golpe, la persiana bajo de un tirón por el marco hasta cubrir la ventana por completo. -Ahora si que no me queda otra alternativa...- bufó el españo, apoyándose en el piano, mientras Roderich posaba una mano sobre su hombro. - Tendré que usar lo que no quería usar...-
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La mañana sorprendió los ojos orientalales ya despiertos. Yao se ataba el pelo con prolijidad, trazando esa coleta perfecta y baja, que hacía rodar sus oscuros cabellos por sus hombros y descanzar justo antes de su pecho. Se miró ante el espejo del baño con vagancia, suspiró. Hoy pasaría la tarde entre papeleos para la reunión siguiente, que seguramente sería igual o peor que la del viernes en que habían llegado. De veras que no tenía ganas de ver a sus antiguos aliados de guerra y actuales compañeros actuar como si fueran críos. Era demasiado para su pobre cerebro de 4000 años de edad... La puerta lo sacó de sus pensamientos...Cerró sus ojos...
- Adelante...- dijo dándose vuelta y saliendo del baño a paso lento. De pie, fuera de la puerta, estaban sus hermanos. Hong Kong sin pronunciar palabra y vestido de negro y rojo, muy formal para ser un domingo. Taiwán le sonreía de lado, con esa flor que la hacía ver tan tierna, como la niña que dormía hasta tarde en su regazo, Yong Soo...bueno...él era muy apegado a él y en cierta forma lo agradecía...en cierta forma...Vietnam, con su cabello largo, que siempre dejaba que el se lo trenzara con paciencia milenaria, Tibet, con su apasible estilo de vida...Y al fin, escondido entre los otros, el pequeño Kiku parado entre todos, vestido de blanco y dorado, con su mirada oscura penetrándolo lentamente.
Un relámpago, electricidad. Dolor extremo. Yao apretó sus ojos cuando un dolor intendo le recorrió toda su espalda, allí donde ese tajo lo abría en dos. La puerta había vuelto a sonar y Yao, antes de levantarse, pudo ver como sus ojos estaban ciertamente húmedos.
-A-Adelante - titubeó y secó las aún inexistentes lágrimas, frotando sus ojos con sus mangas y respiró profundo. Ante la puerta, una pequeña jovencita la miraba inexpresiva- ¿P-Puedo servirte de algo? - le preguntó apenas abriendo los labios. Parecía ser una empleada de Arthur, usando esa falda inglesa, pero su edad debía ser bastante corta a juzgar por su contextura física.
- Me han ordenado que lo despierte, señor...- dijo con un hilo de voz, como si realmente estuviera asustada. Pero no, su expresión no era la de alguien asustado, más bien, resultaba una expresión natural en su rostro. Aunque Yao se detuvo unos momentos. Apenas eran las siete y era día libre... Y claro, como lo habìa olvidado, por la noche había pedido que la despierten para recoger a sus hermanos en el aeropuerto. Habían tardado un poco más que él en llegar, y prometió que los recibiría en el edificio...
- Ah...si...muchas gracias, pequeña...- contestó, y la niña hizo una reverencia muy al estilo oriental que Yao se limitó a responder con una imitación un poco queda. No era que se hubiera olvidado de sus hermanos, es que a veces el dolor que le causaban (sin quererlo, pensaba) era tan grande que simplemente evitaba el dolor. Se mordió el labio cuando los recordó de pequeños, riendo y comiendo en la mesa.
-¡Basta-aru! - se dijo así mismo sacudiendo su cabeza, que fue seguida por su coleta, desparramando sus cabellos bien sepillados de un lado a otro, antes de detenerlos y dejarlos caer con suavidad por su espalda. Yao abrió los ojos un tanto mareado y salió de la habitación. Definitivamente, ese día iba a ser uno muy largo.
El auto estaba en la puerta para cuando salió. De color marfil, y con 7 puertas se hallaba una gran limusina, lujosa, de gran tamaño. Yao sonrió ante tal comodidad, y entró apenas le hubieron abierto la puerta. Se acomodó su traje rojo, y estiró nerviosamente sus pantalones blancos. Hace mucho que no los veía... Cerró los ojos un momento y dio un respingo. No era como si fuera a actuar delante de miles de millones de personas, pero para él sus hermanos eran...bueno, su familia, y los nervios de volverlos a ver después de tanto tiempo afloraban en su estómago, esparciendo un suave cosquilleo en su estómago.
-¡Señor!- Llamó el conductor desde la puerta. Al parecer Yao había estado muy distraído, su mirada se había perdido en algún lugar del cuero blanco que cubría los sillones y estaba sentado de manera curbada hacia adelante en una posición no muy buena para su antigua espalda. El chino lo miró sorprendido por unos instantes, hasta que comprendió que estaba aguardando que el saliera del vehículo. Al parecer habían llegado rápido. ¡Londres parecía tan pequeña!.
Yao hizo un gesto con la mano para que nadie lo siguiera y entró con confianza al aeropuerto, aunque vaciló en algunas ocaciones. La gente volteaba para verlo, no porque lo reconocieran como quien era, si no porque vestía con galas muy diferentes a los jeans, remeras o trajes que deambulaban de un lado a otro por el aeropuerto. Miró el reloj. Eran casi las siete y media y el avión ya debía de haber aterrizado... Ladeó la cabeza antes de mirar para grabar cada detalle del aeropuerto.
A la derecha tenía un pequeño free store, la cinta para las maletas un poco más atrás, unas cintas de color azul que, junto con sus parantes, servían de separación para las filas, justo en frente, y tras las columnas se destacaba el hermoso ventanal que daba de lleno hacia las pistas de aterrizaje y rodaje y a su izquierda la sala de información, cabinas telefónicas, asientos, y aún más atras los baños. Caminó hacia los asientos, relegados en el fondo, y se sentó, cruzado de piernas y cogió una revista que habían olvidado en uno de los asientos.
-¡Aniki! - gritaron cinco minutos después. Yao bajo la revista, apuntando su mirada justo por encima de ella. Allí, detras de las palabras sobre la modelo que se habá casado con el actor, estaba el iluminado rostro de uno de sus más..apegados hermanos. Detrás, la sonrisa conmovedora de Taiwán, el rostro inocente de Thailandia, el de complicidad e inocencia de Tibet, el ceño fruncido de Vietnam, la inexpresividad de Hong Kong y el semblante ambiguo de Japón lo llenaron como un caluroso abrazo. Y él no pudo evitar sonreir, y abrazarlos a todo.
No importaba lo que había pasado en el pasado...
En el fondo siempre serían sus pequeños hermanitos.
X-X-X-X-X-X-X-X-X
-¡Anímate Antonio!- Suplicó Francis mientras lo consolaba. Hacía dos horas que el español estaba sobre la mesa del comedor inglés, con los brazos cruzados sobre ésta y su cabeza hundida en el medio. Francis se limitaba a darle ánimos, sentado en una silla a su lado, palmeándole el hombro con suavidad. La espalda del español se limitaba a subir y a bajar marcando su respiración. A veces temblaba.
- Ya no se que hacer...- musitó dentró luego de un rato largo. Francis se setuve y retiró la mano de la espalda del ibérico y se detuvo a pensar algunos minutos. Vio aparecer, como un tímido brillo, la taza de café que había pedido con el croaissant a un costado. Francis sonrió de lado y por un momento se arrepintió de haberlo pedido y si no fuera que la voz de Antonio lo interrumpió, hubiera indicado con un gesto de la mano que se lo llevaran. - ...Ya no me queda otra opción que esa...-
- Mírale el lado positivo Antonio...-pidió el francés mientras daba un sorbo a su café y miraba las dos medialunas reposar sobre el lustroso plato de cerámica. Agitó sus cabellos dorados, cuando giró la cabeza para ver al español.
- ¿Y cuál es? - replicó el español de una forma que el francés dudó si había sido una pregunta o simplemente tres palabras juntas en una oración aceverativa. Tomó otro sorbo de café haciendo un poco de ruido mientras el español se erguía un poco sin sacar sus brazos de la mesa. Las cortinas rojo sangre caían del otro lado de la habitación a cada lado de las cinco ventanas que había en la habitación. Entre ventana y ventana reposaba alguna mesilla con floreros en color carmín y dorado (Y que parecían encantarle a Francis) o bien un cuadro famoso de algún rey inglés.
- Pues...- se detuvo un momento pensando pero se dio cuenta de que no tenía una excusa muy convincente para la última opción que tenía el español. Si l'amour era tan bello, ¿porque había de ser tan cruel a veces? Sacudió sus rubios rizos y abrió la boca para decir la primera excusa que se le viniera a la cabeza y estuvo otra vez a punto de hablar cuando, milagrosamente y para su agrado, Gilbert irrumpió en la habitación descaradamente.
- "Hablé"...- dijo encomillando con los dedos y arrojándose con brutalidad sobre la silla que quedaba del otro lado de Antonio. Francis le miró vacilante, sin saber si reprocharlo por lo que había echo o hacerlo cuando dijera alguna cosa estúpida que hiriera al español. - ...con Roderich y me dijo que no te había ido tan bien como esperaban...- comentó y Francis se aseguró de, ahora si, fulminarlo con una cruenta mirada de soslayo. El albino solo se inmutó alzando sus hombros y cuando la mucama hubo llegado tomó un enorme trago de cerveza.
- ¿Cerveza con el estómago vació y a la mañana? - preguntó Francis en un murmuro como si quisiera evitar dejar de lado el tema del desgraciado moreno. Gilbert vovlió a alzar los hombros, tragó la bebida dorada que ya se había metido en la boca, limpió la espuma con una descortesía (que Francis notó y no muy a gusto) y contestó con descaro.
- Jamás conseguirás mejor desayuno que este...- le respondió con simpleza y Francis negó con la cabeza. Gilbert, hicieran lo que hicieran, jamás cambiaría y a él quizá no le molestaba para nada que no lo hiciera. Pero ahora tenía asuntos más grandes que discutir si le agradaba o no la actitud de Gilbert y eso era convencer a su desdichado amigo.
Los países comenzaron poco a poco a poblar las sillas cuando Gilbert y Francis habían terminado sus desayunos. España, sin embargo, miró dubitativo a los croisants de Francis y tomó uno de ellos, y aunque Francis tenía ganas de replicar algo, se limitó a dejar que el español tuviera esos arrebatos..."Siempre hay que perdonar los ataques que l'amour produce, Francis...calma..."..."Después de todo, ya me lo podré cobrar" solía decirse para sus adentros, e incluso susurrando en su cabeza como si corriera el riesgo de que lo oyeran...
- Bueno, mon cheri, ya sabes que Francis nii-san está siempre a tu disposición...- Valla melodiosa voz que tenía el frances cuando quería, repasando suavamente el contorno de la espalda del español hasta la cintura, donde se detuvo. No era momento para sobrepasarse con el ojiverde, no, claro que no. Ya llegaría el momento en el que Antonio caería a sus pies pero hoy no era el momento. El amor tenía reglas y Francis era, no sólo el único que las cumplía, si no el único que las conocía... - Pero ahora debo ir a cocinar...- terminó, arremangandose la camisa y siguiendo a la mucama que ahora llevaba la taza de café vacía y el plato de crossaint ahora solo cubierto de migas...
- ¿Y ahora cual es tu plan? - preguntó Gilbert descaradamente unos minutos después, cuando el té los scones y todo lo necesario para el desayuno estuvieron servidos y ya había dado, sin seguir las advertencias de Francis, un gran mordisco al scone. Tragó con fuerza - ¡Eh Tomate! - llamó la atención. El español volvía a estar recostado sobre la mesa y lo miró un tanto desencajado. Esta vez, solo volvió a apoyar el menton en sus brazos y mirar hacia adeñante.
- Pues...- empezó el español...
El sonido de platos, cubiertops, masticadas y charlas hundió sus voces en el abismo de la ahora repleta habitación. A veces eran acompañados de los gritillos que emanaban las bocas de Raivis persiguiendo a Sealand y Sealand tratando de atrapar al aullador hanatamago, corriendo por las distintas habitaciones de la casa del inglés. Por otra parte, Tino había relegado la causa a Raivis, y rezando para que el quinceañero no tuviera grandes problemas con el pequeño Peter se sentó a la mesa junto al sueco.
Ludwing y Feliciano aparecieron por la puerta, el rubio con una cara un tanto indignada y humillada, el italiano sonriendo y repartiendo saludos entre todos los presentes. Y si no fuera por sus gritillos, miedos y deseos de pasta, se podría decir que el italiano era un pequeño sol que repartía calidez entre todos los presentes, abrazándolos sin tocarlos. Era increíble. Ludwing se quedó mirando un tiempo su rostro antes de sentarse lado Roderich. Del otro lado Elizaveta y más allá Vash lo miraban amable y vacilante respectivamente.
- Parece que te la estás pasando de maravilla, Elizaveta...No te he visto en muchas ocasiones- comentó el austríaco en un tono bastante aristocrático y Vash, quien quiera que sepa porque, lo reprendió con la mirada. La húngara no hizo más que sonrojarse pensando en la situación con Gilbert, y asintió rápida y avergonzadamente con la cabeza.
- La casa de Inglaterra tiene muchos lugares que explorar, cuadros magníficos, esculturas antiguas y pasadizos interminables...- se sacó del apuro con bastante soltura, aunque vaciló en muchas ocaciones. Roderich se limitó a llevarse la tasa de té a su boca, sorber un poco y volverla a apoyar en el pequeño platillo. - Es un placer perderse por aqui...- agregó.
Sobre la mesa fueron apareciendo distintos platillos que parecían haber venido de otro lado. No creían que Inglaterra hubiera podido cocinar algo que tuviera tan buen aspecto (nadie se animaba aún a ponerselos en la boca). Struddels, bombones de toda clase y sabor, scones, mermeladas, todo tipo de panes y aditivos, jarras con café, té, leche, miel, azúcar, tocino, huevos, avena y cereales, tortas de cualquier clase, jugos, en fin, cualquier cosa que uno pudiera imaginar estaba sobre la mesa esa mañana. Y todos sospecharon de la mano de un mítico francés en la cocina...
- Nee~ Doitsu~...¿No está todo muy rico? - preguntó con esa sonrisa tan sincera e inocente (y estúpida, si vamos al caso) que Italia ponía. Ludwing miró su comida, la probó con desconfianza y le fue lo suficientemente agradable como para seguir comiendo bocado tras bocado. Un crujido en su estómago le indicó que el hambre alemán había despertado y que se encargaría de que esa comida tuviera un agradable final.
-X-X-X-X-X-X-X-X-X
La tardía mañana dio paso a un mediodía refulgente. El desayuno había terminado, había un agradable clima afuera, los pequeños parajillos cantaban felices y algunos hasta empezaban a volar. El aroma exquisito a la comida que aún perduraba el ambiente complementaba el paisaje de manera excelente, y algunas nubes que sobrevolavan Gran Bretaña indicaban una pronta tormenta en el lugar.
- No. Es idiota. Es maleducado. - Indicó el Noruego con mucha soltura mientras un rosado rubor se posaba en sus angulosos rasgos. S Su manera de hablar con frases entrecortadas ponía de malas a su acompañante (o más bien, al que él seguía) y más aún cuando éste se ponía en su contra. El sol les dio de
- Lo haré yo sólo entonces...- terminó el de cabello picudo con una sonrisa de medio lado, el ceño fruncido y un brillo lacivo en sus ojos celestes. A pesar del calor llevaba la misma ropa pesada de siempre, de ese color rojo tan intenso y negro tan obscuro. Norgue no hizo gesto alguno y pareció no importarle en lo absoluto el hecho de que el Dinamarqués desapareciera por uno de los inumerables pasillos. Seguro que era otra de esas cosas histéricas de las que luego se olvidaba por completo y aún cuando el trataba de evitarlo no podía hacer recordar al danés de que se trataba.
Unos ruidos lo sacaron de sus cavilaciones. Más allá, cerca de los bancos del jardín, más allá de donde el estaba. Se acercó con disimulo y se escondió detras de uno de los muretes que protegían a la mesa, y espió entre las plantas. Pudo distinguir dos figuras, la más alta, de cabello blanco como la nieve, la otra, de una mujer, con el cabello largo y sujetado con una flor.
- Pero Gilbert... - musitó ella. El albino la acorraló contra la pared, pero ecibió un sartenazo. Se había malacostumbrado a que la húngara no llevara nada en la mano. Pero el no se iba a rendir, claro que no. Se levantó y sujetó la mano con la cual Elizaveta sostenía la sarten y la pegó contra la pared.
- Tendrás que hacerlo...sabes lo que tengo en mi posesión...- dijo con una voz que hasta al noruego le dieron escalofrios. La húngara no contesto y entonces el albino de ojos rojos sonrió de una manera mordaz y cínica que le provocaron un sacudón a los otros dos presentes en la escena. Elizaveta tragó saliva con bastante ruido y eso a Gilbert pareció agradarle bastante. Sus ojos verdes entrecerrados y amenazantes, su boca abierta que no emitia ningún sonido su piel de ese color rosado y sorprendido le producían a Gilbert cierto placer que no podía describir
-...- Norgue no estuvo seguro de si un pequeño quejido había salido de su boca abierta al ver la situación. La cara de la húngara le daba miedo, pero los ojos rojos que parecían decir "no puedes ganarme" le hicieron tener un escalofrío de arriba abajo. Se escondió justo a tiempo para evitar una avispada mirada de Gilbert, y se decidió que no era necesario saber nada más al respecto. Se volteó y desapareció entonces, entrando por la misma puerta por la cual había salido al jardín.
Ya empezada la tarde los sorprendió el olor al almuerzo terminado y a pesar de haber acabado el desayuno hace pocas horas ninguno de los países se negó a, como ya todos se habían dado cuenta, comer la comida de Francia. Después de todo, su famosa reputación en la cocina (y en el amor, pero eso es caso a parte) era bien conocidas alrededor del mundo y disfrutar de un buen almuero francés gratis no era nada común y casi se podría decir que era como un premio. Tal vez, premio a la resistencia que tenían todos a comer la comida inglesa o a soportar las estúpidas reuniones que tenían los días de semana. Incluso, y siguiendo la segunda rasón, la comida de Francis podía significar una disculpa por todas las idioteces, toques indebidos y otros improperios que el francés tenía la costumbre de hacer.
- Ojala Francis halla cocinado pasta...- sonrió el Italiano, sentándose en el mismo lugar en el que se sentó a la mañana para desatunar. Ludwing iba a replicar algo, pero dejó que el pequeño italiano siguiera teniendo ensoñaciones obre su mundo de pasta, tomate, albóndigas y salsas diversas...¿que daño le podría hacer? Hasta que no se comprobara nada científicamente, no podía oponerse a esa misteriosa adicción...
Los países dieron paso al hambre nuevamente y comenzaron a rodear la mesa lentamente y ocuparon sus lugares con solemnidad, al ritmo de murmullos y risas divertidas, algunos chismes, y pequeños gritillos de algún secreto contado. Finlandia se había encargado de dejar a Peter bien sentado a su lado, con Raivis cuidandolo del otro. Berwald lo miraba tras sus destellantes lentes y con su fría mirada celeste. Arthur masageaba su frente con impaciencia, escuchando las estúpidas insinuaciones de Alfred y su continuo plan de la infusión de hamburguesa, Feliks atormentaba a Toris, que parecía mirar al techo con impaciencia y pidiendo clemencia a quien-sabe-que; Turquía y Grecia se miraban con un rencor que parecía prender fuego el ambiente mientras que Gunta los miraba sin expresión en el medio; Norgue era atormentado por Dinamarca otra vez; Islandia parecía pedir clemencia también; Canadá se limitaba a sonreír cada vez que alguien se sentaba encima suyo por no verlo...
- Bueno-aru...es hora del almuerzo...- dijo entrando el chino. Se habían pasado toda la mañana recorriendo los dinstintos sectores de Londres, desayunando en una renombrada cafetería inglesa, mientras que la gente del auto se encargó se llevar sus maleteros hasta la imponente casa de Inglaterra. Como un desfile, entraron todos los asiáticos al tiempo que todos volteaban a verlos.
- Bienvenidos...- se levantó Inglaterra como excusa para dejar de escuchar a Alfred, y con un ademán del brazo les mostró sus asientos. Todos los hermanos del chino dieron las devidas reverencias, se saludaron con algunos amigos muy queridos, y se sentaron en su lugar. China estaba en el medio, e Ivan y Natasha los escrutaron con una mirada bastante amenazadora. Yakaterina se limitaba a reirse con simpleza y mirar la cara sudorosa y temerosa de Estonia, sentado a un costado de Yakaterina y asiento de por medio con Rusia.
Las mucamas de Arthur dieron la entrada a los platos entonces, los verdaderos protagonistas de las miradas. Bandejas de plata de todo tamaño circulaban, botellas de vino, agua, gaseosa y distintas bebidas, varias bandejas de hielo para acompañar, pan sobre la mesa...Y ahora si, depositaron cada bandeja delante de cada uno de los invitados y cuando todo estuvo listo, la hora de la verdad. Las manos se alzaron, los cubrebandejas se retiraron y dejaron ver la exquisites que había preparado el francés: Una cosa un poco amorfa, sobre el plato. Nadie dudó en probar y comer con gusto hasta vaciar su plato, llegando incluso, a repetir en algunos casos.
- Francia...- dijo Alfred y todos escuchaban, lo suficientemente cargados de comida para hablar en ese momento - Esto está delicioso ¿Como se llama? - preguntó con la boca un tanto llena de comida. Francia sonrió, hizo una reverencia agradecido cuando varios aplausos asomaron de entre las mesas y respondió con simpleza.
- Escargot...- respondió el con su típico acento Francés. Nadie pareció entenderle y eso le molestó bastante, pero mientras nadie preguntara mejor así sería...
- ¿Q-Qué se supone que es eso? - replicó el americano - Quiero la receta...
- Basicamente son caracoles...- respondió el francés indiferente y los ruidos de cubiertos cesaron.
- ¿Ca-Caracoles? -
-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-
El descanso ferente a tan imponente noticia de los ingredientes del almuerzo (Que solo pareció no afectarle a Feliciano y a Romano, que no comería nada que viniera del frances) lo tomaron en el jardín, con enormes tazas de té digestivo. Los parlantes que tenía Inglaterra en el fondo de la casa transmitían una agradable música y los países, relegados en bancos y sillas estaban disfrutando de distintos clásicos del pasado, rememorando viejas épocas cuando...
¡Ya verás que con esto estarás mucho mejor! - Se escuchó la voz de Alfred en un tono que no muchos supieron interpretar. Los países se incorporaron Y alfred pareció confundido al escuchar su propia voz saliendo de los parlantes. Los asiáticos miraron dubitativos.
H...Ha...Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo de una vez...cada vez estoy más caliente...- respondió afirmativo el inglés, que se sonrojó hasta la médula y se atragantó con el té apenas terminó de escucharlo, sin saber de donde habían sacado eso. Los países voletaron a verlos a ambos, ruborizados en cada centímetro de su piel.
- ¡¡BLOOODY HELL!! - gritó el inglés sonrojándose como nunca, y los demás países sintieron como el suelo temblaba entonces a sus pies - ¡¡¿QUE SE SUPONE QUE ES ESO?!!
X-X-X-X-X-X-X-X-X
España tragó saliva y levanto el tubo del teléfono. Antes de repensarlo y arrepentirse, discó un numero de teléfono y pego el tubo con nerviosismo a su oído. Sono tres veces y atendieron.
- ¿Hola? - Preguntaron del otro lado de la linea. España tragó saliva y la voz repitió varias veces el saludo antes de que España pronunciara algo.
- Ho...Hola...Se que no te agrada mucho escuchar mi voz por allá...pero tengo un problema...tu...¿podrías hacerme un favor? - preguntó el español, cerrando sus ojos y deseando lo mejor para su integridad.
Y acá se termina =3. Perdon por lo que le hice a Tonito ha sido muy curel, pero se pone divertido...Ayy que lindo ^^ XD. gracias por leer y comentar, me super suben los animos!! besotes a todos!! |
|  | | Aeryn pastaa~

Cantidad de envíos : 186 Edad : 33 Localización : En Londres
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Oct 11, 2009 5:36 pm | |
| Casi termina el dia y me voy sin comentar el capitulo -___-
Eso que me lo lei esta mañana, suerte que me he acordado.
Antonio en este capitulo me da pena T^T porque es tan cruel con el Lovino ¬¬ con lo simpatico y agradable que es el español >////<
Tienes que poner más de Eli y Gil, esos dos tienen que liarse XD y ser pillados para que sepan lo que es ser espiado xDD
La parte final del capitulo pero que bueno xD cuando Arthur se molesta XD pero es que con esas frases como para no mal interpretarlo xD a ver que pasara con eso >.<
Y la llamada de Antonio a un/a desnocid@ me pregunto quien sera mi mente me dice Belgica, pero no se porque xD
Bueno lo dicho un gran capitulo!!! A la espera del siguiente XD |
|  | | RyuiChi Gran salmiakki

Cantidad de envíos : 220 Edad : 28 Localización : por ahi...
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Oct 11, 2009 7:08 pm | |
| DIOS!! hace tiempo que no me pasaba por aca XDDDD ( echenle la culpa a los examenes ) ... como diablos bajaron el piano?? XDDDD pobre Antonio!!! ;O; lovino en verdad que es cruel >_< una feliz de que le canten... ya quiero saber a quien le esta pidiendo ayuda XD sigue asi sobre otra cosa... por que me da hambre tu fic? XD |
|  | | Electra pastaa~

Cantidad de envíos : 184 Edad : 42 Localización : En un lugar del mundo donde la paso bastante bien...¿Hogwarts?XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Oct 11, 2009 7:09 pm | |
| Mi fic no es apto para dietas XD Gracias Aeryn y Gracias Ryuchi XD |
|  | | Electra pastaa~

Cantidad de envíos : 184 Edad : 42 Localización : En un lugar del mundo donde la paso bastante bien...¿Hogwarts?XD
 | Tema: Re: "Mentes sucias" Dom Oct 25, 2009 8:41 am | |
| Terminé con el séptimo capítulo ayer...creo que algunas cosas me quedaron Ooc, ejemplo Alfred, pero ya me lo dirán ustedes ^^ - Spoiler:
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La tierra se sacudía bajo todos los presentes. Un ambiente muy tenso, en que las risas, los rostros tapados con las manos, las miradas obscenas, sucias y lascivas se cruzaron entre todos los presentes, risillas bajas y murmullos indecentes recorrieron el lugar, cayendo sobre Arthur como una avalancha de nieve helada. Una gota de sudor frío rodó hasta caer por su mejilla, roja como un tomate.
- ¡Fuiste tú, Francis! - Acababa de salir, arreglándose el pelo. Se había quedado en la cocina para deleitarse con los postres franceses (que no supo porque nadie los quiso comer), y se había soltado el pelo que llevaba recogido para cocinar. El francés se volteó para encontrarse con la mirada del ingles a escasos milímetros de la suya. Los ojos verdes resplandecían en un rojo furioso y el francés se vio obligado a retroceder unos pasos, seguidos por el inglés, tenso, con el cuerpo inclinado hacia adelante y los brazos pegados al cuerpo, estirados y con los puños cerrados. Bien solo esa mirada podría resultar como la daga más punzante y dos gotas de transpiración recorrieron las sienes del francés.
-...D-d...Mon...D-de que hablas, mon cheri? - Logró articular. Cada segundo, cada pausa o cada tartamudeo rasgaban la mirada verde, como la más furiosa de las bestias. Todo presente murmullo de disipó y hasta los más valientes miraban con cierto temor a Arthur, imaginándose casi sin necesidad de imaginación como el humo podría escapar de sus narices y las llamas de su boca, convirtiéndolo en un dragón abominable. Apenas separó los labios, muchos de los presentes hicieron ademán de cubrirse, pensando en las llamas que lanzaría esa boca de...de...Hooligan...Excepto Rusia, claro, que disfrutaba cada detalle y sonreía cada vez que la mirada de Arthur acercaba una nueva daga al cuello de Francis.
- ¡TU fuiste quien grabo eso, seguro TU fuiste quien lo editó y TU fuiste quien lo puso por el reproductor de MI casa! - a cada "TU" Francis retrocedía su cara. El inglés estaba prácticamente sobre el francés, haciendo que el otro arqueara la espalda hacia atrás de tal manera que si no se hubiera visto amenazado y con el cuerpo lleno de adrenalina, se la hubiera quebrado hace rato. El amante de las rosas miró un poco consternado y le respondió de inmediato, apenas con un hilo de voz...
- No, mon cheri, yo estaba en la cocina cuando empecé a escuchar ésta agradable música...por segunda vez - contestó lo último en un tono que se aseguro de que a pesar de que el inglés estaba prácticamente sobre él no pudiera escucharlo. Arthur apretó los labios y frunció las cejas de una forma que una única ceja se formó de ambas. Todos los presentes retrocedieron dos pasos por precaución, exceptuando nuevamente a Rusia que sonreía como un niño rodeado de dulces (o girasoles, en este caso) que le dieron en su cumpleaños.
-Ya encontraré las pruebas...- apretó los dientes el inglés de forma que rechinaron cuando hablo, y a pesar de que el sonido de su voz fue bastante sordo, el silencio sepulcral que los rodeaba amplificó su voz hasta resonar como un rugido. Arthur alzó una de sus rígidas manos y Francis estrujó el rostro en una mueca de dolor digno de risa, pero solo sintió el puntiagudo dedo inglés clavarse en su pecho - Te juro que las encontraré - alzó el dedo y volvió a clavar el dedo - Y entonces te juro que no quedará nada de tu cabellera, porque te la arrancaré mechón por mechón - repitió el movimiento del dedo, que provocó la caída del francés sobre una de las mesitas del jardín, y que las copas de té que allí reposaban cayeran manchándolo de la helada bebida.
El inglés se limitó a acomodar su traje, raspándolo (o mejor dicho, sacudiéndolo) como quien tiene polvo, respiró profundo mientras raspaba sus manos para sacarse el polvo, estiró las alas de su traje, metió las manos en los bolsillos de los pantalones, y más sereno, comenzó a andar hacia la casa con la postura digna del caballero inglés que es. Todos tragaron saliva y Francis lo miró caminar con solemnidad, rodeado de la porcelana rota y el té derramado.
- Vamos, Arthur, que no ha sido tan grave, creo que ya todos entendieron lo que pasó...- Alfred se había acercado al inglés, y con la mano grasienta por la hamburguesa palmeó uno de los hombros del inglés. Otra vez, todos los presentes exceptuando el ruso dieron 5 pasos hacia atrás, manteniendo esa especie de círculo en el lugar del conflicto. El inglés se detuvo en seco y todos pudieron imaginar esa mirada radiante de fuego aparecer en sus ojos. Otros dos pasos hacia atrás fueron dados. Arthur, sin cambiar de posición, contrajo un poco el cuerpo y Alfred dio, inocentemente, otro mordisco a su hamburguesa. Otro paso hacia atrás.
- Creo que Alfred será el primer país en llegar a la luna sin necesidad de una nave - apuntó Rusia con una sonrisa típica de niño que se divierte viendo una caricatura. Alfred volteó a verlo dubitativo, y frunció el ceño para tratar de comprender lo que Ivan acababa de decir, y lo entendió unos segundos después, cuando, al voltearse, se encontró con los ojos ardientes del inglés mirándolo de cerca. La hamburguesa se le cayó al piso y tragó con fuerza el trozo semimasticado que tenía en la boca.
- ¡¡¡TÚ!!! - acentuó Arthur esa U y Francis miraba con compasión al yankee, que rogaba por ayuda a los países de en rededor, separados ya unos treinta metros de donde estaba el que protagonizó toda esa escena. - ¡¡¡¡¡¡¡TÚ!!!!!!! - alzó aún más la voz. Alfred dio un paso hacia atrás, trastabillando y casi cayendo, pero Arthur lo tomó bruscamente de la corbata, manteniéndolo encorvado hacia atrás como antes lo había estado Francis. - ¡¡SI NO FUERA POR TUS ESTUPIDAS IDEAS Y TU FORMA DE MOLESTAR EN CADA COSA QUE HACES SIN DECIR NI HACER NADA PRODUCTIVO ESTAS ESTÚPIDAS SITUACIONES NO HUBIERAN PASADO!! ¡¡SIEMPRE CAUSAS PROBLEMAS!! - le espetó el otro y la mirada del americano, sorprendida y asustada arqueó las cejas un tanto más triste como un niño al que le acaban de decir que no hay navidad. Los murmullos se esparcieron otra vez por los presentes y, molesto, el inglés caminó hacia el interior de la casa, cerró la puerta de portazo y desapareció por las escaleras.
Alfred, por su parte, se sentía un tanto herido. ¡¿Tan molesto era en las reuniones, tantas estupideces decía o hacía?! ¡¿Tan mal le caía a los otros, pero nadie se animaba a decírcelo?! Los murmullos lo hicieron sentir un tanto incómodo, porque fuera o no así, sentía que trataban absolutamente sobre él. Ahora quería estar sólo, de hecho, sentía ganas de desaparecer de allí y encerrarse con una dotación de hamburguesas en su casa hasta que se sintiera mejor. Si, eso haría. No quería estar más en ese lugar, donde sentía que las miradas se reían de él y donde los murmullos lo acusaban o decían cosas malas. No, no, el no se quedaría allí. Se levantó lastimeramente y comenzó a dirigirse a paso acelerado hacia la puerta pero...
- Nee, Alfred-san...- llamó el japonés con una mirada preocupada en su rostro. La mano japonesa se posó sobre el brazo del americano de forma suave pero firme, pero el yankee se liberó del japonés y abrió la puerta. Se disculparía con Kiku luego, y no se voltearía, porque no quería ver la cara del japonés mirándolo con lástima, de hecho, no quería ver la cara de nadie mirándolo, no quería que encima de que pensaran que era un idiota.
- ¿Es así como me ven verdad? ¿Como un idiota que solo dice estupideces y causa problemas, verdad? - preguntó y todos los presentes oyeron. Nadie se atrevió a contestar esa pregunta, ni siquiera el japonés encargado de consolarlo, bien porque estaban en casa del inglés y temían otra discusión o bien porque así lo creyeran, todos permanecieron en el más absoluto silencio. Nadie, ni siquiera una persona, dio un paso al frente para contestarle al inglés. Reinó entonces el más absoluto silencio. Eso. Un silencio sepulcral. Alfred bajó la vista, apretó los ojos, y desapareció entonces por la puerta.
-Mon dieu...- dijo Francis. Los presentes voltearon a verlo con un tanto de desprecio, mientras se quitaba los trozos de la porcelana rota que había sobre su ropa, e intentaba secar con una pequeña servilleta las manchas de té que habían quedado sobre su ropa.. Los murmullos volvieron a intensificarse, aunque todos podían sentir que en el ambiente se podía cortar con solo soplarlo.
- ¿Estás bien? - preguntó una suave voz cerca del francés, al que le recorrió un escalofrío. Miró hacia un lado, hacia el otro, se volteó pero no parecía haber nada más que uno so blanco que lo miraba con curiosidad...suspendido en el aire...
- Fa...Fantasmas...aléjate...yo no tengo nada que tu puedas...aprovechar...- contestó atemorizado Francia, retrocediendo unos cuantos pasos. Hasta, que mirándolo desde otra posición, el pequeño niño rubio y de lentes apareció ante sus ojos con esa sonrisa que lo solía acompañar, a pesar de que se lo confundieran una y otra vez con su hermano o que peor aún, ni lo vieran.
_ No soy un fantasma, soy Canadá...- susurró con esa voz modosa, apagada y suave que tenía, sonriéndole de lado al tiempo de que su pequeño oso polar blanco lo miraba confundido y volvía a preguntarle por su nombre. - Soy Canadá - le respondió al oso esta vez. Francia se acercó, dubitativo y palmeó su cabeza, comprobando con efectividad que no era ningún fantasma.
- Oi, Canadá, mon-cheri, no te he visto en mucho tiempo, ¿cómo fue el viaje hasta aquí? ¿Estás muy cansado? - le preguntó el francés con cortesía, pero el canadiense pareció bastante apesadumbrado con esas preguntas, y creyó que ponerse a discutir con el francés que el había ido a su casa y que de ahí fueron juntos hasta la casa del inglés, era una pérdida de tiempo, más aún lo era decirle que había estado sentado a su lado durante las comidas y las reuniones.
- Bien, gracias por preocuparte...tú... ¿te encuentras bien? - le preguntó, estirando un brazo con suavidad para quitarle un pedacito de porcelana que tenía en el hombro, y le dio la sensación de que Francis aún no se quitaba de la cabeza que podía ser un fantasma porque hizo un ademán de correrse aunque se forzó a mantenerse firme en su lugar.
- Si, mon cheri, si, me encuentro perfectamente...- le contestó despreocupado, aunque al recordar ese aspecto bestial que tenía el inglés (claro que más allá del que siempre tenía por esas ropas horribles y el pelo despeinado de siempre) un escalofrío recorrió con violencia su cuerpo. - Aunque no puedo decir lo mismo de éstas tazas, ni de tu hermano...- susurró luego y los ojos del canadiense se abrieron en una muestra de preocupación. Le había molestado que su hermano no notara que el había levantado la mano, y más aún, le había enfadado que nadie notara cuando se había cansado de gritar que el no creía que el fuera un molesto. Francis le acaricio sus cabellos con ternra cuando el canadiense dirigió la mirada un tanto apenado a las tazas de té. -Descuida, después de todo es el héroe...-
- Aún así, creo que deberíamos echar un vistazo. Nunca se sabe que puede pasar...- intentó generar la idea, pero cuando vio que Francia comenzaba a intentar decifrar de donde venían las "voces" y movía las manos como espantando al aire, se dio por vencido y decidió hacer las cosas por su cuenta. Suspiró, se acomodó los lentes, negó con la cabeza, y entró con una suavidad espectral a la casa del inglés.
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- - ¿Y qué querés que haga? - preguntó la voz del otro lado del teléfono. España tragó saliva nuevamente y meditó un poco esa pregunta, que había sido muy inteligente. ¿Que diablos podrían hacer ellos ahí?
- N-No se...tú lo conoces mejor que yo...bueno, tu sabes...eres bastante parecido...podrías...hablar con él...o...decirme que hacer...- contestó con suavidad pero tartamudeando y trabándose un poco en sus palabras. Antonio tragó saliva otra vez, y sus cejas se arquearon en un gesto que suplicaba por ayuda, aunque sabía que, del otro lado del teléfono nadie podía verlo. - Tu eres bastante bueno con los dramas, y eso...y yo ya no se que hacer-
- Bueno, me parece medio tarado, pero viniendo de vos no me extraña... le contestaron y el español apretó los ojos y frunció el poco el ceño, pero se limitó a no contestar porque quería más a Lovi de lo que valía la pena devolverle el "cariño" que le había dado, además, después de la pequeña pausa la voz volvió a hablarle - Pero bueno, un viajecito pa' Londres no me viene mal... - se detuvo unos segundos - Aunque el idiota ese no me cabe, es demasiado...boludo -
- Por favo~~r- suplicó el español de éste lado de la línea. Un silencio reinó durante unos segundos, pero finalmente se escuchó la voz del otro lado de la línea.
- Está bien, está bien, hoy saco los pasajes y llego mañana...pero me debes una después, ¿eh? - le contestaron del otro lado. La sonrisa del español, aunque ni el mismo supo porque, se ensanchó hasta casi tocarle las orejas y sus ojos comenzaron a brillar de una forma muy peculiar y no cayó en la cuenta de lo que acababa de hacer hasta cuando escuchó que le habían cortado.
- ¡¿Q-Qué acabo de hacer?!...¡¡¡SOY UN IMBÉCIL!!!- gritó el español desesperado y se tomó de la cabeza con sus dos manos, apretando los mechones castaños entre sus dedos. - ¡¡Nada más va a traer más problemas!! - agregó con los ojos casi desorbitados, y con los ojos lagrimeándole - ¡¡Lovino no me va a volver a hablar!! - gritó y se lanzó contra un sillón cercano, apoyando el codo sobre su rodilla y golpeando su frente con la misma mano, para luego bajarla lentamente por su cara y restregar sus ojos verdes...
- Bueno, ya todos sabíamos que eras un imbécil, pero para que te pongas así... ¿Recién ahora te diste cuenta de que era una mala idea? - El español asintió, no hacía falta que alzara la vista para saber de quien se tratara. Ahora, con el otro codo apoyado en su rodilla, dejo caer su cabeza entre sus brazos, y tomó la parte posterior de su cuello entrelazando sus dedos justo debajo de los cabellos...
- Lovino no me va a volver a hablar...- susurró desde la misma posición y sintió como la persona le daba palmaditas un tanto bruscas en el hombro. – Nunca, nunca, nunca...- susurró, hundiendo más la cabeza entre sus brazos. Sintió como otras palmaditas resonaban es su espalda con o consuelo. Si, la verdad que el español había cometido una gran equivocación.
- Relájate, Toni, ¿querés?. Por ahí no es tan malo como te imaginas...- lo consolaron y el alzó la vista para ver directo a los ojos de quien lo estaba consolando, con una mirada que delataba sorpresa, y con los ojos bastante abiertos abrió la boca para preguntar pero adelantó la respuesta. - El tío Francis me contó todo lo que pasó y la idea que tuviste...en serio, tío, tal vez no salga tan mal...relájate...- contestó con una sonrisa y sus cabellos, medio rubios medio castaños se deslizaron por sus hombros.
- Si, tal vez tengas razón...ta-tal vez no salga tan mal...- dijo acariciando la cabeza de la otra, que le sonrió con franqueza. Aunque podía ser bastante pequeña en comparación a otros países, era una buena persona y sus travesuras eran compensadas con cosas como estas. La verdad, no era una mala niña después de todo.- Gracias, Do-do, gracias...- La niña le sonrió con ternura, bajó de un brinquito del brazo del sillón y salió con paso seguro del lugar.
Suspiró, volvió a poner sus manos en la nunca y se acarició los cabellos con nerviosismo. Si, si, tal vez no saliera tan mal. Tal vez... probablemente...¡¡Basta!! No debía pensar más en ello, después de todo lo hecho, hecho está. Solo le quedaba rogar para que todo saliera bien o para que al menos Lovi~love volviera a hablarle. Después de todo, era experta en estos temas de amoríos y seguramente, conociendo como era el italiano, pudiera encontrar una solución. Porque entonces si, sin eso, al español se le habían agotado (o eso creía) todas las soluciones posibles.
Se levantó del sillón con pesar, caminó dos pasos y se detuvo para suspirar y volver a acariciar su frente. Definitivamente necesitaría varias copas de jerez si quería estar calmado hasta que llegara. Y varias botellas para cuando llegara. O entonces sus nervios colapsarían, y aún si el italiano volvía a dirigirle la palabra no estaría en éste mundo como para disfrutarlo...
- Gilbert...- dijo cuando lo vio pasar despreocupadamente, sonriendo como si acabara de hacer una maldad. Éste se volteó con la felicidad irradiada en su rostro de tez blanca y en sus ojos color rojo y no se molestó en ocultar la sonrisa de victoria que tenía sobre su rostro. Miró al español, como indicándole que continuara con lo que quería decirle. - ¿Quieres ir a tomar algo? Necesito algo de alcohol...-
- Ah~ el cierre perfecto...que gran idea... ¿Vamos por Francis? -
La marcha en búsqueda del francés no duró mucho. Se encontraba adulando a las meseras más coquetas, besando su mano como todo el galán que era, y los otros dos no pudieron evitar sonreírse de lado cuando lo vieron y fue Gilbert el que se encargó de tomarlo de un brazo y arrastrarlo junto a él y el español. La marcha fue reanudada fuera de la casa del inglés y con dirección al primer pub que vieran por allí. Por suerte parecía que había varios abiertos a esa hora de la tarde, en que las personas volvían del trabajo. Entraron a uno que tenía buen aspecto y se sentaron en la barra. Una chica de pecas, con el cabello enrulado en varios bucles recogidos en una coleta, y con ojos de color verde brillantes, como los del inglés, los miró con curiosidad. Ella parecía atender la barra.
- ¿Qué se les ofrece? - preguntó con voz bastante dura mientras pasaba un trapo por un vaso se cerveza, decorado con tréboles, que acababa de lavar. Francis cruzó una mirada con Antonio, pero Gilbert no pareció verse afectado, y los miró con una sonrisa invitándolos a pedir primero a ellos.
- Un buen vaso de vino, que sea tan delicioso como tú...- dijo de forma melosa, ganándose una mirada de asco por parte de la tabernera, aunque asintió levemente con la cabeza para indicar que había atendido al pedido.
- Un jerez...o dos...mejor tres...- pidió el español y vieron como la pelirroja realizaba bastantes tachaduras en el papel hasta terminar de anotar, con desgano, el pedido que había realizado.
- Por su puesto un vaso de cerveza, de la mejor que tengas, obviamente alemana...- agregó y entonces la pecosa miró alzando una ceja, como si lo que acababa de decir el pruso fuera una estupidez, y se rió por lo bajo luego de observarlo un rato. A Gilbert pareció enfadarlo bastante, y los otros dos miembros del trío, mirándose entre sí, comprendieron que empezaría una nueva pelea allí mismo en tan solo tres...dos...- ¿De qué te estás riendo? -
- Es obvio que no debes saber demasiado de lo que es una buena cerveza, todo el mundo sabe que la cerveza irlandesa es la mejor de todas - respondió con sencillez mientras que entregaba la copa de vino al francés y empezaba a servir los vasitos de jerez para el español. Gilbert golpeó la barra y Francis se manchó con un poco de vino. Era la segunda vez en el día que le caía líquido en sus deliciosos trajes.
- Hace mucho que no te veía Jeniffer...- susurró lascivo el francés mientras que limpiaba su traje con una servilleta. La irlandesa sacudió su coleta, girando para ver al que le estaba hablando, sin darle mucha importancia a la mirada de rabia que le enviaba el pruso - ¿Cómo están Escocia y Gales?-
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Mientras que los murmullos, ya convertidos en voces elevadas, seguían en los jardines ingleses, Norgue miraba con curiosidad a todos los presentes allí y una mera culpa traspasaba todo su cuerpo. De verdad Dinamarca había echo lo que le había prometido...Pero también recordó la conversación que habían tenido la castaña y el albino (que no recordaba sus nombres, o ni sabía si los había oído alguna vez) y ahora comenzaba a tener sus dudas. Aislado como estaba, parado entre pequeños grupos que se habían asilado de los otros para charlar a solas estaba él, y por ningún lado, por más alto que mirara, no llegaba a ver la cabellera picuda por ningún lado, lo cual le era bastante preocupante. Por otro lado, tampoco parecía vislumbrar al albino por ningún lado y menos aún a la chica de cabellos castaños que había visto el día anterior.
- ¡¡Norgue!! Te estuve buscando por todas partes...- llamó alguien. Entre los apretados grupos, Noruega distinguió la pequeña figura de Tino haciéndose lugar entre los grupos de gente, y dando tropezones llegó hasta el nórdico en el "claro" del "bosque". - ¿E-Escuchaste la grabación? - Noruega asintió apesadumbrado - ¿Sa-Sabes...? Y-Yo creo saber quien es...- agregó y Norgue apenas abrió los párpados, lo suficiente como para darle a entender al finlandés que le prestaba atención, aunque seguía examinando con la mirada si hallaba al rubio o a la otra pareja. - Fue Den, é...él y yo estaba...él estaba...- Tino se detuvo un minuto.
- Ya lo se...- contestó el noruego, y Tino frunció el ceño, echando su cabeza hacia atrás y pegando el mentón a su cuello, extrañadísimo por esa respuesta. Nor entendió esa mirada suspiró, cerró los ojos respirando fuerte y le contestó a la mirada del finlandés en simples frases. - Pero hay otras personas metidas en esto. - La expresión de tino volvió a modificarse, expresando aún más sorpresa. - La castaña de pelo largo. El albino. - susurró, agotado, como si hubiera acabado la cantidad de habla que le tocaba por todo el día.
- Pero...tu...-
- Los oí hablar. El albino amenazó a la otra. - contestó con simpleza. Tino se calló por unos segundos en que relajo su forzada posición y se detuvo a meditar unos segundos lo que acababa de decir el noruego.
- ¿Eso quiere decir que pudo haber sido cualquiera de los dos? - preguntó y el noruego se limitó a asentir con pesadumbre. Tino llevó un dedo a sus labios y miró al suelo dubitativo. No sabía exactamente que debía decir, ni que pensar. - ¿Eso significa que tampoco tenemos un único culpable...crees que debamos investigar? - El noruego se alzó de hombros y lo miró sin cambiar de gesto. Tino siguió pensando ¿Valía la pena comenzar a investigar algo que tal vez lo implicaría a él mismo por estar con Den al estarlo grabando? Pero si no era Den, y como es el rubio, podría volverse loco e inculparse por lengua floja. El finlandés se rascó la cabeza, y luego de unos segundos suspiró - ¿Por qué siempre me pasa tener que estar metido en cosas raras? - lloriqueó.
Norgue lo miró con compasión y le palmeó el hombro, aunque no se esperaba que el finlandés terminara estrujándolo bajo sus pequeños brazos. El noruego suspiró y le palmeó la espalda con paciencia pero sin abrir la boca ni unos centímetros. Si ya Su-san quería aniquilar al dinamarqués, esto haría que Dinamarca pasara a formar parte del territorio sueco, y que ese piercing que Den tanto se quería hacer en el labio, terminara traspasándole ambos para que no abriera la boca. Norgue serró los ojos, suspiró, y dejó que el finlandés se descargara, mientras sostenía la pequeña boina sobre su cabeza.
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Dos golpes en la puerta y nada. Seguía parado allí como un estúpido, o eso creía, porque sabía que si Alfred no lo notaba regularmente, menos lo haría enfadado y aún menos al golpear su puerta cerrada, cuando de verdad no podía verlo. Matthew suspiró por enésima vez, la misma cantidad de veces que había golpeado la puerta al entrar. Porque su cortesía le decía que no, que entrar de golpe y sin golpear era una falta de respeto. Pero finalmente, una hora después de su primer toque, decidió permitirse una trampa...
- "Es de mala educación entrar sin tocar...pero yo ya toqué" - se repetía una y otra vez el canadiense para sus adentros, sintiéndose sumamente culpable al invadir la "intimidad" de su hermano. Pero bueno, al fin y al cabo, él le debía más a Canadá por ignorarlo siempre, así que una vez que el cometiera una falta, y encima para beneficio de su hermano no estaría mal, ¿no? - "Tranquilo, Matthew, al fin y al cabo apenas te notará cuando entres...de hecho...apenas te notará aunque entres gritando fuego..." - volvió a calmarse. Pausó su respiración, apoyó su temblorosa mano sobre el picaporte, apretó los ojos y abrió la puerta con lentitud. Dentro, su hermano se movía como un remolino armando su maleta.
- Alfred... brother ... ¡¡ALFRED!! - gritó y recién entonces el americano se dio vuelta para ver al otro americano mirándolo a él. Los ojos celestes de ambos mostraron cierta clase de compasión y tristeza, pero Alfred frunció el ceño enfadado y herido y siguió armando las maletas con las innumerables posesiones (y chucherías inescesarias) que había traído desde su país. - Anda...¿no crees que estás exagerando un poco? - preguntó con su natural suavidad, pero los ojos azules del americano clavándose en los suyos, hicieron querer tragarse sus palabras. - Se como te sientes, creeme...- hizo una pausa - Se que Arthur...
- ¡¡NO!! ¡¡TÚ NO SABES COMO ME SIENTO PORQUE NO TE HA PASADO LO MISMO QUE A MI!! ¡¡Y NO ES POR EL IDIOTA DE ARTHUR QUE ESTOY MAL, AL PARECER NO LE CAIGO BIEN A NADIE!! - gritó el yankee en un arrebato. Canadá se calló, pero no pareció asustado, aún cuando el americano cerró su valija y la arrojó contra la pared cercana a la puerta, donde se desarmó y volvió a abrirse. Un insulto escapó de los labios estadounidenses, y aún cuando los ojos azules del newyorkino se clavaron en los suyos, Matthew no se movió ni un milímetro.
- Alfred, trata de calmarte y siéntate por favor...- el yankee suspiró, se frotó la frente con la mano y se sentó del otro lado. Cruzó una mirada con el canadiense que significaba "discúlpame" y esperó a que el otro no solo lo hubiera entendido si no que le respondiera de alguna manera, o bien que expresara su punto de una vez, antes de que se le hiciera tarde para sacar los boletos. De veras que no quería pasar un día más en ese maldito recinto, solo quería encerrarse con sus hamburguesas, ellas que el de verdad amaba, algún juego (que no le recordara mucho al japonés, porque ahora el empezaba a detestar a todos) su ballena y su alien. No necesitaba de nadie más. - Se que estás herido...pero...las reuniones deben de realizarse...- Es la reunión que se hizo para las Naciones Unidas y será extraño si no estás aquí...
- Mattie... no quiero pasar un segundo aquí sintiendo los murmullos de la gente hablando a mis espaldas, ni siquiera cuando me tengan pena...- El canadiense se acercó y le dio unas palmaditas en el hombro, mientras el americano suspiraba, realmente ahora sí que se había quedado sin palabras para decirle de consuelo, aunque de pronto el júbilo adornó la cara del americano - ¡¡Además pronto será Día de Brujas y no quiero perderme la celebración por estúpidas reuniones!! ¡¡Tengo muchas ganas de comer dulces!! - sonrió, aunque Matthew adivinó que detrás de esa dulce sonrisa su hermano se destrozaba aún más.
- ¿Puedo aunque sea acompañarte al aeropuerto? Tal vez pueda convencerte de que no cometas un error...- le contestó son una sonrisa lastimera y el americano asintió con el mismo júbilo que hace un momento y rearmó su bolso con sencillez. Matthew se quedó observándolo con el ceño arqueado, sintiendo por primera vez una lastimera pena por su hermano. Lo que acababa de vivir no había sido muy agradable, y no quería empezar a discutir con que si él había levantado la mano o no, tal vez se lo reprochara luego, cuando todo acabase, pero no, no era el momento de hacerlo. Matthew suspiró un poco apenado.
- Bueno, bro, ¿te parece si vamos por unas hamburguers y un ice-cream? - preguntó cuando cerró el bolso y lo dejó sobre la cama. Matthew salió de su encimamiento y asintió con una sonrisa, acomodando sus lentes. Le lastimaba ver que bajo esa sonrisa tan agradable que llevaba su hermano se escondía un cuerpo tan herido como radiante era su sonrisa. Definitivamente se prohibiría decir el nombre de Arthur en toda la "velada" así como el de cualquier país, por más difícil que fuese. Se encaminó hacia la puerta, pero el americano lo detuvo antes de que abriera la puerta de la habitación.
- Oye, Matt...- llamó y posó una mano en su hombro. El canadiense, bastante sorprendido de que el americano se acordase su nombre, volteó con los ojos bastante abiertos en sorpresa. Hubo unos segundos de tensión en el que el silencio reinó por sobre todas las cosas. - Thank you - soltó con voz queda. Otros segundos de silencio. El canadiense quedó sorprendido...¿Su hermano...el héroe le había...le había agradecido a él...un...un simple...ignorado? Pero un brusco tirón lo sacó de sus pensamientos otra vez, cuando sintió el cuerpo de su hermano contra el suyo, uniéndolos en un cálido abrazo fraternal. Matthew no se movió por unos segundos, hasta que reaccionó y le devolvió el abrazo con la misma calidez. Ya no tenía ganas de reprocharle nada al americano...cosas como esas podían hacer que cualquier hombre, o incluso cualquiera de "ellos" olvidara las enemistades, aunque sea, por una noche.
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Además de una cena un tanto desconfiada, en que nadie sabía si prefería la comida del francés o la del inglés, todo transcurrió tranquilo. Oh claro, exceptuando la guerra de comida, en el que Francis quedó herido de muerte, perdón, herido de papa, Romano totalmente manchado por intentar salvar los tomates y Rusia solo limitándose a arrojar los tenedores (y algunas cucharas, porque Toris se encargó de quitarle los cuchillos más cercanos) con voracidad. Poco a poco el sueño fue apoderándose de cada uno de los huéspedes que paulatinamente fueron retirándose a sus respectivas alcobas a dormir en la tranquilidad de una noche sumamente intranquila. Tres horas más tarde, y canturreando, aparecieron Francis y Gilbert, borrachos hasta la médula, con Antonio detrás, el encargado sorteado de los tres para encargarse de que no hagan descuidos. Justo la noche en que decidía emborracharse le tocaba salir sorteado para cuidar a los otros dos, lo cual sumaba cuatro problemas (porque borrachos eran doblemente problemáticos) a los dos o tres que ya tenía..
La mañana siguiente los despertó a todos de muy mal humor. Había reunión, nadie tenía ganas de verse, y la tensión del día anterior estaban convencidos de que se sentiría también ese día. Matthew había pasado la noche durmiendo en un pequeño colchón que tendió y despertó cuando Alfred tomaba la valija para irse, lo cual hizo que corriera al baño a lavarse, y como ya estaba vestido, comenzara a seguirlo a toda velocidad. Pusiera las excusas que pusiera, Canadá no lograba hacer que su hermano mayor le prestara atención a ninguna de sus excusas, aún cuando eran muy convincentes. Finalmente se dio por vencido, y se limitó a acompañar en silencio a su hermano lo que quedaba del trayecto. Alfred abrió la puerta con mucho pesar para toparse con una figura femenina del otro lado de la puerta.
- ¡¡Hola!! ¡¡Hace mucho que no te veo, boludo!! ¿Como estás? - le preguntó de una forma que dejó a ambos americanos plantados en la puerta, mirando con cierto desconcierto. - ¡¡¿No te acordás de mi??!! - Alfred sacudió la cabeza de un lado a otro y Matthew se acopló a la respuesta de su hermano, pensando que sería suficiente como para que la chica les dijera su nombre. - Che, ¿ya te vas? - preguntó, sin embargo, obviando la cuestión que ella misma había planteado segundos antes. La conversación que estaban llevando no tenía ningún sentido.
- Me cansé de éste lugar, en especial porque es de Arthur...- contestó el americano con una sonrisa y el canadiense otra vez volvió a sentir un arrebato de culpa en todo su ser. La chica, sin embargo, sacudió sus cabellos de forma graciosa y clavó sus ojos verdes en los del yankee, creando una sonrisa de lado que los dejó clavados a ambos.
- Ay, ¿viste?...Ese flaco es insoportable...- coincidió, o más bien, concedió la morocha del otro lado de la puerta. Ambos americanos se quedaron perplejos ante la respuesta tan natural y suelta (y despreocupada y carente de...de...cordialidad). - Si pudiera le haría algo malo para ponerlo en sus casillas, ese flor de God save the Queen y Let it be quien se cree que es...- agregó a lo que había dicho. Alfred imitó algo así como una sonrisa y Matthew no sabía si reírse o defender al británico. -
- ¿En serio serías capaz de hacerle algo a Inglaterra? - preguntó Matthew después de unos segundos de silencio y vio como la mirada de su hermano se iluminaba en un destello que no dejaba tranquilo al canadiense, es más, un intenso escalofrío surco su cuerpo como un rayo.
- Nah, un chiste nomás, como para ordenarlo un poco...- le respondió mientras masticaba su chicle y hacía un globito con el mismo. Canadá pensó que era una chica muy linda, pero que tenía un desorden interno que la hacían lucir, interiormente como un mounstro bastante andrajoso. Sin embargo se limitó a seguir viendo a su hermano, que cada vez más parecía convencerse con las palabras de la joven.
- ¿Algo así como una especie de...mini venganza? - preguntó el yankee con la sonrisa ya dibujada en el rostro, como quien disfruta de ver como la presa caerá seguramente bajo sus garras.
- 'satamente...- contestó la otra, inflando otro globito y guiñándole un ojo. Entonces el newyorkino volteó para ver a su hermano, sonriéndole como un niño en parque de diversiones pero con un aura bastante maligna que hizo temblar a Canadá y, con el rostro inundado de felicidad, de una maligna, cruel, y desamparada felicidad contestó...
- Mattie...me parece que al fin me has convencido...- hizo una pausa que al canadiense no le gusto para nada – Creo que me quedaré algunos días más…-
OMG si, soy muy mala Arthur, muy muy mala. Por cierto, si no se dieron cuenta, la que consuela a Antonio (Do-Do) es Andorra, un pequeño paísito, como Liechtenstein, pero entre Francia y España, es el fic es algo así como la sobrina de ambos. Y la chica de la taberna es Irlanda, le inventé jennifer (Jenny) porque siempre me gustó, y no se, tiene pinta de Jenny XD. Por último la niña del final es muy obvio quien es, pero si no se dieron cuenta será para cuando sea el próximo epi (OBLIGATORIAMENTE el sábado que viene como regalo de cumpleaños ) Gracias por leer y comentar =3 Besos a todas! |
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